¡Qué neurociencia ni qué ocho cuartos para ganar elecciones!, parece responder el actual dirigente del PRI, después de que se enteró que el doctor César Longines Camacho contrató los servicios de una empresa para que le esculcara el cerebro, le puliera la imagen y le cambiara el modito de andar, cuando estuvo al frente del tricolor. En las elecciones de 2016 y de 2018 vamos a utilizar técnicas “a la antigüita”, precisó Manlio Fabio Beltrones.

 

¡Qué alivio!, dicen los militantes priistas, porque si Camacho hubiera seguido al frente del “tri” y puesto en práctica sus “mariguanadas”, capaz que perdemos. La respuesta de Beltrones obliga a suponer que seguirá los consejos de los consultores políticos, expertos en campañas electorales, nada de charlatanes.

 

Sobre el tema de las campañas electorales, las reflexiones de quien es considerado uno de los pioneros de la moderna consultoría política, el estadunidense Joseph Napolitan, que ha trabajado en más de 100 campañas electorales en Estados Unidos y en otros 20 países, no tienen desperdicio.

 

Napolitan fue consultor personal de los presidentes Valery Giscard d’Estaing de Francia; Carlos Andrés Pérez de Venezuela, y Óscar Arias de Costa Rica. Fundó y fue el primer presidente de la American Association of Political Consultants, y cofundador de la International Association of Political Consultants, junto con el consultor francés Michel Bongrand. En 1972 publicó el libro The Election Game and How to Win It (El juego electoral y cómo ganarlo) y en 1987 100 Things I Have Learned in 30 Years as a Political Consultant (100 cosas que he aprendido en 30 años como consultor político).

 

Entre las 100 cosas que ha aprendido Napolitan, transcribimos algunas que consideramos de interés general en estos momentos. Y dice:

 

La estrategia es el factor más importante en una campaña política. Una estrategia correcta puede sobrevivir a una campaña mediocre, pero incluso una campaña brillante puede fallar si la estrategia es errónea.

 

Las encuestas son esenciales, pero no hay que dejarse engañar por ellas. La única razón práctica para hacer una encuesta es obtener información que ayude a ganar las elecciones. Si la encuesta no va a hacerlo, es mejor gastar el dinero en otra cosa. Quizás la información menos importante de una encuesta es la de quién va por delante en un momento dado. Es cierto que no se puede dirigir una campaña sin encuestas adecuadas, pero no se puede depender exclusivamente de ellas.

 

Nunca hay que subestimar la inteligencia de los votantes. Tampoco hay que sobreestimar la cantidad de información que posee el electorado, que no es estúpido pero a menudo no tiene información suficiente a su disposición para tomar la decisión correcta, es decir, apoyar a nuestro candidato. No es responsabilidad suya buscar y obtener esa información; es nuestra responsabilidad ofrecérsela, en bandeja de plata si es necesario. Si al final de una campaña los votantes no entienden aún lo que el candidato intentó decirles, eso es culpa del candidato, no de los votantes.

 

Se puede pulir a un candidato, pero no es posible cambiarlo realmente. Hay candidatos que mejoran. Otros empeoran. Pero difícilmente cambian en forma radical. El aspecto de un candidato puede mejorar, su oratoria también, pero finalmente es la campaña la que tiene que adaptarse al candidato, no al revés.

 

Cuidado con los aficionados. Un problema persistente para los profesionales de la política es el amateur, el aficionado, el principiante apasionado, entusiasta pero con poca experiencia, que no tiene los conocimientos para hacer una evaluación global de la campaña.

 

¡Al diablo la neurociencia, pues!

 

AGENDA PREVIA

 

Martha María del Carmen Hernández Álvarez, consejera de la Judicatura Federal, es una de las abogadas que más se anda promoviendo para ser considerada en una de las ternas para cubrir una de las dos vacantes que habrá este mes en la Tremenda Corte, perdón, en la Suprema Corte. Dicen los malosos que en noviembre de 2013, en el examen para ser Magistrado de Circuito, la respetable señora “pasó de panzazo”. O sea…

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *