El secretario de Hacienda, el gobernador del Banco de México y los dueños de la banca comercial se refirieron el pasado fin de semana a los costos de la estabilidad macroeconómica que ha mantenido el país en los últimos 15 años. ¡Puras cosas bonitas, por supuesto!

 

Que si gracias a esa estabilidad el país está creciendo, aunque sea mediocremente; que si la inflación es la más baja en los últimos 47 años, lo que beneficia a los mexicanos porque su poder adquisitivo no se deteriora; que cada año se crean más y mejores empleos; que las medidas del Banco de México y de Hacienda para enfrentar los “choques externos” (incrementar la tasa de interés base medio puntito y cancelar las subastas de dólares) han sido acertadas (aunque no oportunas, y le han costado al país casi 30 mil millones de dólares de las reservas, acotan los observadores).

 

Que gracias a esa estabilidad macroeconómica los bancos comerciales han registrado ganancias nunca imaginadas en los últimos tres lustros, que llegaron a su punto más alto el año pasado con utilidades superiores a los 60 mil millones de pesos; que cada vez hay más crédito para todos y más barato (que es una verdad a medias, afirman los usuarios); que la banca comercial está transformando al país.

 

¡Y quienes no reconozcan nada de esto son miopes!, exclamó Luis Robles Miaja, presidente de los banqueros.  Así lo dijo: “Muchas veces el ruido político y mediático, así como una visión tan corta del pasado y del futuro, nos nublan la vista y nos impiden reconocer lo que éramos, lo que hemos logrado y lo que, sin duda, llegaremos a ser...” Obviamente se refería a los dueños de los bancos.

 

El secretario de Hacienda, por su parte, señaló que si queremos que los trabajadores ganen más por su trabajo y que el crecimiento se refleje en el bolsillo de los mexicanos, necesitamos estabilidad.

 

¡O sea que si queremos seguir igual de fregados, sin suficientes empleos, con sueldos de miseria para la mayoría; con más de la mitad de la población en la pobreza… hay que seguir por el mismo camino!

 

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Y hablando de salarios de miseria, el secretario de Desarrollo Económico, Salomón Chertorivski, afirma que es necesario que en México se genere un fortalecimiento del mercado interno y uno de los mecanismos para llevarlo a cabo es el incremento al salario mínimo. Se han entregado todos los estudios necesarios y por el incremento al salario mínimo no hay un efecto inflacionario ni de desempleos, sino al contrario este aumento no sólo es factible, sino deseable para que millones de mexicanos puedan comer por lo menos una vez al día, diría Salomón.

 

El estudio “Mercados Convergentes de Telecomunicaciones y Radiodifusión Resultados 2015”, elaborado por The CIU-ITAM, confirma que las reglas de preponderancia que se le impusieron a América Móvil en el sector de telecomunicaciones han servido para que todo siga igual. El documento advierte de entrada: “no se identifican avances significativos en la concentración de telecomunicaciones fijas; el operador preponderante (Telmex) continúa con una participación de mercado de alrededor de 70% medida en líneas y 80% en ingresos”.

 

Más aún: en las telecomunicaciones móviles, “al cierre de 2015, la distribución del mercado entre operadores en términos de líneas e ingresos identifica prácticamente el mismo nivel de concentración que en marzo de 2014. El preponderante (Telcel) alcanza una participación de mercado medida en líneas de 68.4% en el cuarto trimestre de 2015, tan sólo 2.2 puntos porcentuales por debajo de su ponderación en el primer trimestre de 2014 equivalente a 70.6%”. En síntesis, las medidas de preponderancia impuestas por el IFT que tenían como fin disminuir la concentración e incentivar la competencia han servido para nada. Gran parte del problema radica en que no han surtido efecto acciones como la compartición de infraestructura y el acceso efectivo a su red local por parte de Telcel. Por ello, no en balde competidores de AMX agrupados en la Cañete han pedido al IFT que aumente las medidas con el fin de equilibrar la competencia efectiva en el sector.

 

¿Hará algo el regulador?, preguntan los ingenuos.

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