Los médicos cirujanos y parteros que atendieron el alumbramiento del nuevo PRI del siglo XXI –que se gestó durante 12 años– entienden ahora por qué el producto resultó un engendro al que bautizaron como “El curioso caso de Benjamin Beltrones”, que nació como un viejo de más de 80 años.
Según las confesiones de algunos “neopriistas”, antes y después del “embarazo”, los priistas utilizaron la “técnica política” de la neurociencia, que para algunos es algo así como los trucos del magazo Beto el Boticario, pero a los priistas se las vendieron como el último grito de la moda para ganar las campañas políticas, porque permite, entre otras cosas, medir impulsos cerebrales de la gente, seleccionar candidatos a puestos de elección popular por sus gestos y muecas e incluso por “la piel de cebolla” que tienen algunos.
Perplejos, per-ple-jos se quedaron los observadores políticos objetivos e imparciales que siguieron paso a paso el desarrollo de las campañas de los tres principales partidos en los procesos electorales de 2011 y 2012, y que incluso pronosticaron el resultado de la elección presidencial (ganador PRI, segundo lugar PRD y tercero PAN), utilizando la valiosa herramienta del análisis prospectivo, cuando se enteraron que el PRI había contratado los servicios de consultoras de neurociencia.
En abril de 2011, los susodichos observadores comentaron: “Un enorme engranaje electoral está en marcha hacia los comicios estatales de julio y noviembre de este año y hacia las elecciones generales de julio de 2012”.
Además de candidatos, candidatas, jefes de campaña y “acompañantes” en el maratón electoral, esperan la señal de arranque asesores, consultores y consejeros políticos. Misión: diseñar la estrategia que aplicarán sus clientes, antes, durante y después de las elecciones. Objetivo: que los votantes crucen en la boleta el nombre del candidato que los contrató.
“Buena parte de los recursos financieros de las campañas se destinará a pagar servicios de asesoría a multitud de empresas e individuos que forman parte del mercado político-electoral. Habrá asesores que conocen su oficio y que lo desempeñarán con eficacia; estarán también los pragmáticos lobos de mar curtidos en muchas campañas; algunos serán nuevos consultores que dicen poseer el know-how y tratarán de aplicarlo; aparecerán aficionados con buenas intenciones pero escasas aptitudes; se presentarán cientos de amigos y parientes de los candidatos que estarán ahí ‘para lo que se ofrezca’, y abundarán los farsantes que engañarán a muchos candidatos con recetas que ‘garantizan el triunfo’.
“Veremos en el futuro inmediato campañas ‘asesoradas’ por estos improvisados principiantes (muchos de ellos no tan principiantes, pero sí improvisados) que tendrán la suficiente capacidad de convencimiento para que sus incautos clientes crean que ellos sí saben cómo hacerlo…”
Como los lectores pudieron haberse dado cuenta, los observadores nunca se imaginaron que algún partido, mucho menos el PRI, considerara actos de magia, brujería –como la que utilizó La Paca para encontrar los huesitos de cierto personaje que supuestamente participó en un crimen político–. Lo más lejos que habían llegado los priistas era comprar los servicios de algunas casas de apuestas y de encuestas –bueno, los malosos dicen que son las mismas– para que les hicieran creer que ganarían cualquier elección.
A los pioneros de la consultoría política les gustaría saber quién tuvo la ocurrencia de proponerle a los priistas el uso de la neurociencia política para ganar comicios y escoger candidatos a elecciones de puesto popular, porque sospechan, nada más sospechan, que por andar experimentando manipularon el ADN de ciertos personajes y les pusieron cromosomas de dinosaurios. Solamente así se explican los científicos políticos el curioso caso del nuevo PRI del siglo XXI, que nació viejo y que ahora dirige “Benjamin Button Beltrones”.
