El fin de semana pasado, el gobernador del Banco de México “torturó” a un grupito de estudiantes de preparatoria, bisoños obviamente, que participaron en el concurso Premio Contacto Banxico 2015, con el kilométrico rollo que bien podría titularse “mitos y realidades de la inflación”.

 

La pregunta por los 120 mil pesos que hizo el Dr. IQ, perdón, el doctor Agustín Carstens, fue “¿Y si el Banco de México no controlara la inflación?”, que ganaron los alumnos del colegio Vista Hermosa, quienes respondieron: “En pocas palabras, el país se quedaría sin un escudo de protección contra la inestabilidad de precios y la economía puede resultar severamente golpeada…”

 

En su rollo, Carstens les hizo saber a los muchachos que era una pregunta que fue lanzada como un desafió a jóvenes estudiantes que en su vida han sufrido los efectos de las altas inflaciones. Y si no vivieron los efectos nocivos, ¿entonces cómo le hicieron para llegar a esa conclusión?, preguntaría cualquiera.

 

Pero sigamos con el rollo del gobernador de Banco de México. Al menos desde 1996 –poco después de que el Banco de México obtuvo su autonomía constitucional– nuestro país se ha alejado gradualmente de la auténtica plaga económica y social que constituye la elevación sostenida y generalizada de los precios, señaló. Paso a paso nos hemos alejado de lo que fue una pesadilla cotidiana para los hogares mexicanos, un enemigo que devoraba el poder adquisitivo de los salarios y que erosionaba sin piedad los ahorros o las pensiones de millones de personas. No sólo hemos dejado atrás los terribles episodios de inflación alta y fuera de control, sino que precisamente este año hemos logrado la tasa de inflación más baja de la historia de México desde 1969, presumió el gobernador.

 

Informe_Carstens-1_2A qué país se habrá referido el doctor Agustín, porque todo eso que menciona lo siguen padeciendo millones de personas en todo el territorio nacional. ¡Pregúntenles, pregúntenles!

 

La inflación, siguió diciéndoles Carstens a los bisoños preparatorianos, permite recordar –aunque ustedes no la hayan experimentado en carne propia– que cuando es alta y fuera de control es una verdadera catástrofe social y humana que causa incontables daños. Y para ponerles los pelos de punta a los pobres estudiantes, les contó la siguiente historia de terror: Once upon a time, perdón, “Hace no tantos años sufrimos los estragos de una inflación fuera de control, y cuando describimos las consecuencias de ese fenómeno: destrucción del patrimonio para cientos de miles de hogares, ingresos cada vez más reducidos, imposibilidad de ahorrar y de planear a mediano y largo plazo, desempleo, oportunidades de desarrollo frustradas y canceladas, zozobra, aumento de la inequidad en la distribución del ingreso, castigo a las inversiones productivas y fomento –perverso sin duda– de ganancias para unos cuantos que son debidas tan sólo a la elevada inflación”.

 

Ya encarrerado, les hubiera contado la historia –también de terror– de la peor crisis financiera que ha sufrido México, de la cual todavía nos recuperamos, que confundió con un “catarrito”, acotan los malosos.

 

Ya para terminar su alocución, el gobernador del Banco de México expresó que el hecho de que en México hayamos logrado una inflación baja y estable no debe hacernos creer que podemos olvidarnos de ese peligro y de las graves consecuencias que provoca. La inflación no es una mera curiosidad histórica; no caigamos en la ingenuidad de pensar que podemos desentendernos de tal peligro. No pensemos que podemos darnos el lujo de tener más inflación con el pretexto falaz de que eso podría estimular la creación de empleos, el incremento de los ingresos o de las utilidades de las empresas, o que nos daría espacio para aumentar de golpe los salarios sin tomar en cuenta la productividad. Ya vivimos las huellas lacerantes que nos dejó la inflación y es crucial no perder esa memoria y aprender las lecciones.

 

¡Muera el mito de que una inflación alta nos sacará de pobres! ¡Viva la más baja inflación en la historia del país, aunque sigamos fregados!, exclaman los “itamitas”.

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