Después del resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, que provocaron desmayos, alaridos, perplejidad y pánico, los detractores políticos y críticos del presidente Enrique Peña Nieto deberían de reconocer que hace dos meses –cuando corrió sendas invitaciones a Hillary Clinton y Donald Trump para dialogar con ellos en Los Pinos– fue una decisión acertada, costosa políticamente, pero acertada.
Afirmar que el Presidente contribuyó a la victoria del candidato republicano –como dicen sus detractores políticos– por haberlo invitado a platicar sobre la importancia de la relación bilateral México-Estados Unidos es “mala leche”, peor aún, es querer “joder a México”. Ahora resulta que Peña Nieto no tuvo la suficiente influencia para evitar que a su partido lo apalearan en las elecciones del 5 de junio pasado en México, pero echó mano de su fuerza política para que Trump le pusiera una tranquiza electoral a la señora Clinton. ¿Y qué habría pasado si en aquellas fechas la “señito” Clinton se hubiera descolgado a la “City”, y hubiera ganado? ¡Se pasan, se pasan de lanzas aquéllos!
¡No se hagan bolas! Los únicos que contribuyeron al triunfo de Trump fueron quienes votaron por él; informados o desinformados, conscientes o inconscientes, lo eligieron para que gobernara cuatro años, por lo menos. Vamos a ver cómo les va con este populista de derecha que les prometió más empleos, mejores salarios, mayor crecimiento económico y todas esas cosas bellas que tiene la vida.
A México y a los mexicanos “nos va a ir de la patada”, coinciden en pronosticar los analistas políticos, económicos, financieros, incluyendo los bisoños. Vamos a saber lo que es “amar a Dios en tierra de indios” en los próximos dos años.
Bueno, mientras sean dos y hasta cuatro, pues ni modo. ¿Pero qué tal si se reelige? Preguntan los pesimistas. Bueno, los subsecretarios de Relaciones Exteriores, Paulo Carreño y Juan Carlos Baker, parece que tienen una visión miope, perdón, distinta, de la gravedad del asunto. Según ellos, la Presidencia de Donald Trump representa “una enorme oportunidad de construir, ya no con un candidato, sino con Presidente electo, cuyas características, esperamos y confiamos, van a ser distintas”, coincidieron en señalar los dos funcionarios. ¡Nos quedamos perplejos por estas estulticias, perdón, declaraciones! Exclamaron varios empresarios, quienes les sugieren leer las negras intenciones del señor Trump plasmadas en su “plan de 100 días para hacer nuevamente a Estados Unidos un gran país”.
Así las cosas, la única esperanza que nos queda a todos los mexicanos es que cuando Donald Trump tome posesión –20 de enero próximo– le dé Alzheimer y se le olviden todas las amenazas que profirió contra México y los mexicanos durante su campaña.
Y nada más por no dejar, los observadores políticos objetivos e imparciales, enhiestos y erectos sugieren que a Luis Videgaray le extiendan un reconocimiento urbi et orbi por haber intuido hace dos meses que Donald Trump podría ganar las elecciones y organizar su visita a México, lo que le costó la chamba como secretario de Hacienda. ¿Nada más un reconocimiento? Preguntan otros. Bueno, un premio, que podría ser el de canciller o, ya de perdida, embajador en Estados Unidos.
Agenda Previa
Dicen los malosos que José Daniel Rocha Perea, síndico de la quiebra de Oceanografía, es socio del prestigiado despacho Paullada, Guevara Abogados, que encabeza Juan José Paullada. Pero quienes conocen a Juanjo afirman que “esas pulgas no brincan en su petate”. No sería extraño que alguien haya querido “amarrar navajas” o, bien, que alguna mano esté “meciendo la cuna” porque quiere “una corta”. ¿Será?