El secretario de Hacienda anunció el miércoles a todo el mundo que el gobierno federal respalda y respaldará siempre a Petróleos Mexicanos porque es un activo fundamental, no solamente de las finanzas públicas sino de la economía mexicana y porque queremos tener una empresa pública competitiva, sana y moderna. Algunos analistas bisoños interpretaron esta declaración como un inminente rescate financiero; otros, también analistas, consideran que lo dicho por el funcionario es una advertencia que tiene fondo político.
Para responder a los bisoños, los especialistas preguntan: ¿Si Hacienda va a rescatar financieramente a Pemex, quién rescatará a Hacienda? ¡Pues los contribuyentes! Y quienes tratan de llegar al fondo político del asunto, apuntan que hay que leer entre líneas el discurso.
Videgaray tiró al final el rollo trillado de que Pemex enfrenta la gran oportunidad de ser una empresa de clase mundial, que deriva de la propia reforma energética; hoy tiene la capacidad jurídica de hacer cosas que antes eran inimaginables; tiene un horizonte de opciones de asociación con el sector privado, de atraer capital y tecnología como nunca antes lo había tenido.
Después se refirió a la autonomía de la otrora paraestatal (hoy es la nueva empresa productiva del Estado). “Históricamente Pemex, y mucha gente en la opinión pública, con justicia demandaban que el sector público, el gobierno de la República y específicamente la Secretaría de Hacienda, tuvieran una menor intervención en Petróleos Mexicanos y que la empresa trabajara como empresa, no como una dependencia burocrática. Hoy se han dado esos pasos desde la Constitución en la ley y Pemex hoy funciona como una empresa donde las decisiones se toman desde el Consejo de Administración…”
Hasta aquí, todo iba “de pelos”. Pero después el secretario de Hacienda empezó con la “urdimbre política”: “Me han preguntado más de una vez, en México y en el extranjero, acerca del respaldo del gobierno federal a nuestra empresa productiva del Estado, Petróleos Mexicanos. Que no quepa ninguna duda, el gobierno federal respalda y respaldará siempre a Petróleos Mexicanos, como un activo fundamental, no solamente de las finanzas públicas, sino de la economía mexicana. Queremos tener una empresa pública competitiva, sana y moderna. En este contexto, el gobierno federal está preparado y estamos, por supuesto, discutiendo opciones con la empresa para manifestar este apoyo financiero que necesitará”, expuso Videgaray.
Pero advirtió: Sin embargo, Pemex debe al mismo tiempo enfrentar con responsabilidad el contexto y los desafíos que tiene frente a sí; particularmente la empresa y así lo exigen la ley y las circunstancias de mercado, debe de hacer una revisión en sus costos, debe de ajustar su programa de gasto y debe ser más eficiente. ¡Tómala, Emilio!, exclamó un observador.
Y Videgaray empezó a pasarle la aplanadora al susodicho: Debe, la nueva empresa productiva del Estado, utilizar la reforma energética; asociarse a plenitud con el sector privado; concentrarse en lo que es rentable y dejar que el mercado haga otras actividades que hoy para Pemex ya no son de rentabilidad; es decir, debe entrar en el mismo proceso que están atravesando hoy las compañías petroleras del mundo, precisó el secretario de Hacienda. Aunque tratando de “suavizar” el guamazo, agregó: “Tenemos el más alto grado de confianza en la empresa, en su Consejo de Administración, en su Dirección General y, por supuesto, en los trabajadores, de que habrán de estar a la altura de este reto, y el gobierno de la República habrá de darle el respaldo correspondiente a Petróleos Mexicanos…”
¡Primera llamada, primera! ¿O será segunda?
En el mismo evento, el secretario de Hacienda confesó que Jesús Reyes Heroles (el junior) fue su sinodal en su examen profesional de licenciatura. En son de broma, Videgaray le dijo a Chuchito que lo liberaba de cualquier responsabilidad “por mis actos y dichos posteriores a partir del día de mi examen profesional…”
¡Ya salió el peine!, exclamaron los malosos. El doctor “agarró maestro barco”.