Cuando hace siete meses, Jesús Murillo Karam salió con el bonito cuento de que después de una investigación exhaustiva, la Procuraduría General de la República concluyó que los estudiantes normalistas de Ayotzinapa fueron, primero, privados de la libertad, después les quitaron la vida, los incineraron y los arrojaron al río San Juan, en ese orden, con lo que se llegó a la “verdad histórica de los hechos”, comentamos en este espacio lo siguiente:
Vamos a ver si los familiares de los 43 jóvenes desaparecidos en Iguala -además de sus incontables “compañeros de viaje”, que medran políticamente con el dolor ajeno- aceptan la “verdad histórica” o seguirán en espera de algo que difícilmente se producirá algún día: la “verdad legal o jurídica”, aquella que debería de ser demostrada sin género de dudas. En realidad, agregamos, no se necesitan demasiadas reflexiones para concluir que lo dicho por Murillo resultará inaceptable para los auténticos deudos de los estudiantes de Ayotzinapa y los miles de “deudos” políticos que permanecerán montados en el lema: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.
Un mes después de su “verdad histórica”, el cansado procurador General de la República se fue a descansar a la Sedatu, sustituyendo a Jorge Carlos Ramírez Marín. Y surgieron las preguntas: ¿Jesús Murillo Karam se cayó para arriba o nada más se cayó? ¿Lo castigaron en el cuasi exilio político con la titularidad de una dependencia buena para nada o fue un mínimo premio de consolación para que se reponga del cansancio? (en marzo pasado).
Quienes tuvieron la oportunidad de presenciar por televisión la ceremonia del cambio de estafeta, no pudieron contener el llanto, pero por la emoción. ¡Qué discursos!:
Le dijo Jorge Carlos al presidente Peña Nieto: Es un honor y una fortuna entregar esta estafeta a un hombre forjado en la simiente de esta Secretaría, como lo fue la Reforma Agraria; Jesús Murillo Karam, a la fecha, es recordado por trabajadores, por organizaciones, como el político inteligente que fue capaz de construir acuerdos en los difíciles momentos del 76, cuando todo el país estaba prácticamente tomado por organizaciones campesinas, y el inteligente funcionario que supo poner orden a una Secretaría y aplicar los principios del Artículo 27 recién reformado. (¿Alguien se acordaba qué hizo Murillo hace casi 40 años? La neta que muy poquitos).
Y remató el poeta, perdón, Jorge Carlos: Creer es todo. Soñar no es creer.
Jesús Murillo Karam, que nada tiene de poeta, habló de la justicia y la felicidad: “Un propósito central de la organización de los hombres es buscar justicia. Y buscar la justicia, es tener una calidad de vida similar, oportunidades para todos y posibilidades de algo que a lo mejor suena dentro de la filosofía, pero que hoy, Jorge Carlos ha planteado muy bien: el derecho a ser feliz. Y una casa, un espacio, un espacio digno donde se pueda caminar, donde se pueda vivir, es, indudablemente, de quien sueña despierto y de quien sueña dormido. Pero lo que se requiere para que esos sueños, dormido o despierto, puedan convertirse en tabiques, en construcciones, en posibilidades, en oportunidades, es alguien que tenga la valentía de plantear lo que es necesario para poderlo sacar adelante…”
Y remató: “Yo le agradezco, señor Presidente, que me dé la oportunidad de ayudarle a un reformador, a un constructor, a un soñador, a poder hacer el México que pretende ser”.
Hace un par de semanas, el Presidente mandó a descansar, al parecer indefinidamente, a Jesús Murillo Karam y nombró en su lugar a Rosario Robles.
El domingo, una vez que conoció las conclusiones del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes sobre el caso Ayotzinapa, donde rechazan la “verdad histórica”, el primer mandatario ordenó a las dependencias del gobierno federal que analicen cada una de las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que encargó el estudio.
¡De “la verdad histórica” al ridículo!