Cuando el PRD le arrebató electoralmente la capital de la República al PRI, en 1997, el líder Cuauhtémoc Cárdenas sintetizó su propuesta opositora en su compromiso más importante: “Arrebatarles la ciudad a los delincuentes”. Después de siete gestiones capitalinas opositoras y cinco lopezobradoristas, el artero crimen contra dos funcionarios del primer círculo de poder de la actual jefa de Gobierno probó que la inseguridad hoy es peor que en los tiempos del PRI.
El asesinato nada menos que de la secretaria particular de la jefa de Gobierno el martes 20 tiene más interpretaciones que justificaciones: era el brazo derecho de mayor confianza de la autoridad máxima en la capital de la República. Y aunque no está por demás demostrar que hay cargos que requieren vigilancia obligatoria, el caso es que ese incidente demostró un descuido imperdonable en la estrategia de seguridad de la Ciudad de México.
Como van a tardar mucho las investigaciones y nunca se sabrá la autoría intelectual real de los crímenes de la semana pasada -como tampoco se sabe el motivo específico del atentado en 2020 contra el entonces secretario de Seguridad ciudadana capitalino, Omar García Harfuch- la falta de información justifica cualquier teoría de la conspiración.
Pero una cosa es real, aunque a muchos no les guste manejar el escenario de los “mensajes” en ciertos hechos delictivos: si la figura número dos de la autoridad capitalina fue víctima artera de un asesinato brutal, ¿qué pueden esperar los ciudadanos de una delincuencia que se atreve a -y el símil podría no gustar- a abofetear en público al poder gubernamental que debiera ser respetado y temido, en términos de Maquiavelo?
Lo que se use para tapar el pozo después del niño ahogado, hasta ahora no ha podido colocar a la autoridad por encima de los delincuentes. Desde hace mucho el crimen organizado en sus diferentes especialidades está en la ciudad y actúa con impunidad.
Zona Zero
- Aunque es importante que se implementen medidas de seguridad para altos funcionarios, el problema es mayor: de 1997 a 2025, el crimen organizado en la capital de la República se ha instalado como la humedad y se expande delante del optimismo gubernamental. Y la autoridad parece más preocupada por reglamentar el tránsito urbano que por “mapear” las estructuras delictivas que todas tienen hilos de control en los cárteles del narcotráfico cuya instalación exitosa se percibe en el tráfico al menudeo en las calles.
(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
@carlosramirezh
