Allá por 1984 el sociólogo Pablo González Casanova, al recibir el premio de ciencias y delante del presidente Miguel De la Madrid, deslizó la palabra golpe de Estado. En un análisis de respuesta, el politólogo y funcionario Manuel Camacho Solís reafirmó una categoría política: el Ejercito mexicano es, por definición, historia y configuración, un ejército anti golpe.

 

Vale el ejercicio de memoria para reconocer que el Ejército no es golpista, nunca lo ha sido, su disciplina lo ha llevado inclusive a obedecer órdenes ignominiosas de civiles y que nunca ha reclamado nada. Lo enviaron a combatir narcos y lo hizo con eficacia, a pesar de las condenas en su contra.

 

De ahí la inexistencia de un clima específico que le diera la razón al mensaje presidencial de un golpe de Estado. El ejército nació de tres vertientes: la social, en tanto que es pueblo; la histórica, en tanto que fue producto de la Revolución Mexicana; y la institucional, en tanto que reconoce la comandancia suprema constitucional del Presidente de la República sobre las Fuerzas Armadas.

 

Como nunca había ocurrido antes, el general secretario Luis Cresencio Sandoval González reconoció las fallas militares en el operativo de Sinaloa y también aceptó los errores en el Gabinete de seguridad.

 

Pero ahora parece ser que los malos del caso Culiacán son los funcionarios, los cuerpos de seguridad y el Estado, mientras el Cártel de Sinaloa de El Chapo regresó de inmediato a sus labores clandestinas de tráfico de droga y de disputa violenta por las plazas criminales.

 

En su comparecencia de mañana martes en el Senado, si se mantiene, el secretario de Seguridad, Alfonso Durazo Montaño, tendrá la nada fácil tarea de reconstruir el consenso de seguridad que rompió Culiacán y que la oposición ha cometido el error estratégico de salirse. Si no lo hace, entonces se habrá perdido año y medio de esfuerzos y el Gobierno tendría que comenzar de cero.

 

 

Zona Zero

 

Los medios enfocaron con intensidad los incidentes violentos del 17 de octubre en Culiacán, pero luego se olvidaron de la plaza. El sábado 26 un grupo de jóvenes realizó una macha para demostrar que las calles seguían siendo de la sociedad. Ese tejido social roto es el que ha descuidado la estrategia de seguridad, pero es el tejido que pueda salvar a la República de los criminales.

 

 

 

jhs