La reciente nueva ola de crisis de violencia en algunas entidades de la República no ha tenido una lectura estratégica correlativa y las conclusiones son circunstanciales y ajenas a la dinámica de funcionamiento del crimen organizado.

Los problemas de inseguridad en Zacatecas y Colima pudieran ayudar a entender la crisis de pérdida de la hegemonía del Estado en Quintana Roo. En las dos primeras entidades ocurrieron elecciones de gobernador sin atender la lógica de la seguridad ni percibir propuestas sólidas de los candidatos ganadores.

Y en Quintana Roo se dejó correr la dinámica de inseguridad a la lógica de los grupos políticos internos y a la expansión política de los dos grandes cárteles en pugna: el de Jalisco y el de Sinaloa, sin que la nominación de los candidatos centralice el tema prioritario de esa entidad dominada por la inversión extranjera turística y la aportación de divisas a la economía nacional.

Los procesos políticos y electorales ya no pueden estar disociados de la disputa por el control de la seguridad por parte de autoridades y organizaciones delictivas, porque lo ocurrido en esas tres entidades -como ejemplo sintético de lo nacional- es un caso típico de seguridad interior: La responsabilidad o alejamiento del Estado de su función para garantizar la estabilidad social y la seguridad y con ello permitir el funcionamiento del Estado de derecho, la democracia y el bienestar. No se trata sólo de derrotar a los delincuentes, sino de imponer la gobernabilidad del Estado.

Partidos, políticos y candidatos desaprovecharon la oportunidad de las elecciones legislativas y de gobernador en junio pasado para reconocer que no habrá democracia ni estabilidad política sin la recuperación de la autoridad del Estado en materia de seguridad interior como un asunto de seguridad nacional.

Zona Zero

  • No se ha difundido con suficiente información el operativo de las fuerzas de seguridad para recuperar el control de municipios michoacanos que habían sido capturados por el crimen organizado, entre ellos el de Aguililla, donde el Cártel Jalisco asentó su poder por ser una zona simbólica del misterioso líder Nemesio El Mencho Oseguera Cervantes. En esa zona, la estrategia federal de seguridad abandonó el espacio de gobernanza criminal para imponer la fuerza de las instituciones del Estado federal.

 

(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.

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