En su Cuarto Informe de Gobierno, el gobernador del Estado de México reconoció que la inseguridad en la entidad sigue siendo “el talón de Aquiles” de su administración.

 

Para los observadores y los habitantes de Ecatepec, Nezayork, Cuautitlán, Texcoco, Naucalpan, Chalco, Chimalhuacán, Los Reyes, Ixtapaluca, y zonas circunvecinas, el reconocimiento es preocupante porque parece confirmar que ninguna de las estrategias implementadas en cuatro años para combatir a la delincuencia organizada y desorganizada en la entidad ha dado resultados.

 

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El gobernador reconoce sin inmutarse -- y tal vez sin preocuparse-- que en Ecatepec la gente está haciendo justicia por propia mano. Sin embargo, reflexiona que falta mucho por hacer y promete que “no bajará la guardia” y que en los próximos días hará anuncios importantes y contundentes “de un cambio de timón para regresar la seguridad a ese municipio… como la llegada de un mayor número de efectivos  del Ejército, la Marina, la Policía Federal y la estatal…” Sin embargo, la experiencia ha demostrado que no bastan los anuncios, y al parecer ni la presencia de las susodichas fuerzas contra la delincuencia.

 

Hace más de un año,  Eruviel Ávila declaró que la escalada de violencia en los municipios mencionados era  “atípica y temporal”,  pero mientras buscaba el significado de esas dos palabritas, el presidente Enrique Peña Nieto decidió que el Ejército Mexicano, la Marina, la PGR, el CISEN y otras instituciones se hicieran cargo de la seguridad en su entidad, lo que oficialmente anunció a finales de marzo del año pasado el secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, para todo el sexenio.

 

Unos días antes de que intervinieran las fuerzas federales, el gobernador les había dicho a los habitantes de esas zonas: “Les pido su confianza, su comprensión y verán que pronto tendremos muy buenas noticias en esta materia; estamos desmembrando bandas de secuestradores y de extorsionadores…no nos hemos cruzado de brazos, al contrario, hay que redoblar el esfuerzo”.

 

 

Ha pasado un año y medio de aquella declaración y las buenas noticias no han llegado.

 

La semana pasada, el gobernador envió a todos sus gobernados, en especial a los que habitan en los municipios, el siguiente mensaje: Ustedes no dejen de preocuparse, “este último tercio será el de la cosecha…”. Pero no en materia de seguridad, sino en obras de infraestructura, como el telecable en la Sierra de Guadalupe, el tren Toluca-ciudad de México (que para muchos es una vacilada) y otras obritas.

 

Hace año y medio, ante la grave situación de inseguridad que se vivía  en el Estado de México, los observadores hicieron una reflexión de buena fe, que decía: Michoacán fue el dolor de cabeza, la espina clavada en el hígado, la prueba no superada del michoacano Felipe Calderón, que como presidente de la República encontró su Waterloo en su propia tierra natal. Hoy, el Estado de México es una negra pesadilla, un pozo de violencia sin fondo y una prueba difícil de superar para el mexiquense Enrique Peña Nieto, que como presidente de la República lo último que desearía es que su tierra natal se convirtiera en el lunar de su sexenio que apenas comienza.

 

Los  malosos del mismo PRI también expusieron su reflexión en aquel entonces que decía: ¡Hubiéramos estado mejor con Alfredito del Mazo!

 

 

Y los malosos del tricolor podrían decir ahora: Pues en la próxima elección en el Estado de México le van a dar chance a Alfredito Del Mazo, para que demuestre que el sí sabe cómo hacerle.

 

 

Por lo pronto, hoy, a dos años de que concluya la administración de Eruviel Ávila podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que para su desgracia política, el Estado de México sigue siendo para él una “amarga pesadilla”.

 

 

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