Hace varios años, poco más de 10, en una cena de ex alumnos del colegio un compañero y amigo me comentó que quería arreglar los baños de su casa. Lo escuché pensando en que el baño es una especie de prueba incómoda para el arquitecto porque en pocos metros cuadrados intervienen muchas especialidades (albañil, plomero, electricista, marmolero, carpintero, herrero-vidriero, yesero-pintor), ”una lata”, y luego con la casa habitada, peor aún.

 

Me comentó que, por azares del destino, había podido comprar la propiedad a sus papás, en donde vivió (entre no pocos hermanos y hermanas) toda su vida antes de formar su propia familia y ese fue el inmueble que los amigos conocimos en la infancia (“¡el cuarto redondo!” recordé).

 

Me interesó particularmente algo de la charla en este punto: “vivir en la madurez con la nueva familia donde se vivió de niño, acaso una emoción encontrada”. Pedí a Pedro que me recordara la casa y su “retrato hablado arquitectónico” me interesó sobremanera obligándome a preguntarle si sabía quién la había proyectado y construido. La hizo un aquitecto amigo de mi papá que se llamaba Jaime Ortiz Monasterio y creo que fue una de las primeras de Tecamachalco; está tal cual, no le hemos hecho nada y allí tengo los planos originales”, me dijo.

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Meses después le llamé, más que por el interés profesional, por la gran curiosidad de reconocer la casa. Nos pusimos de acuerdo, me recibió amablemente y la vimos juntos. ¡Una joya!, y los planos también, le dije. La casa no es muy grande, es francamente miesiana en su estructura metálica a base de columnas en forma de cruz con sus dos fachadas (está entre colindancias), resueltas con “muros cortina” de cristal y la estancia semicircular en el interior, todo con el mobiliario original. Sí me acordaba del cuarto redondo del tercer nivel. Presentaba algunos rasgos que después entendí como propios de Ortiz Monasterio: una bóveda de ladrillo bellamente ejecutada cubre el estacionamiento, o una escalera de servicio cuadrada construida únicamente con solera de fierro flotando sobre los muros perimetrales y celosías del mismo material. ¡Una joya!, le insistí.

 

La visita nos entusiasmó tanto que terminé “arreglando los baños” (sacando dos en donde originalmente había sólo uno), además del “zaguán”, que presentaba deterioro, y la transparencia, que ya no funcionaba.

 

Toda la energía la pusimos en dejar la casa intacta exaltando sus atributos originales. A diferencia de otras intervenciones en obras de siglos anteriores, en las que el contraste cronológico es generalmente un recurso natural, en la arquitectura del siglo XX de valor es particularmente complejo reinventar un pasado demasiado reciente. El contraste se diluye y es necesario comprender a fondo la esencia de la obra por intervenir.

 

Esta casa de Jaime Ortiz Monasterio (1928-2001) se construyó y habitó en 1961; hasta donde sé no aparece en ningún libro y data de un periodo posterior al de su sociedad con el arquitecto Ricardo de Robina entre 1950 y 1960, con quien hizo obras importantes y varias casas extraordinarias también.

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A Ortiz Monasterio nunca le conocí personalmente pero colegas admirados siempre le tuvieron en muy alta estima, tanto académica como profesionalmente (siempre alternó ambas prácticas). Realizó obras emblemáticas con Juan Sordo Madaleno al principio de su carrera (edificio de Seguros Anáhuac en Reforma), con Ricardo de Robina (el edificio de oficinas en la calle Niza), con Héctor Mestre y el mismo de Robina (Banca Cremi), o con Abraham Zabludovsky y Teodoro González de León (la Delegación Cuauhtémoc), además de varias restauraciones o magníficas casas en solitario, particularmente la de Charlotte Yazbeck en Valle de Bravo (1979) o el conjunto de casas en Tepoztlán, Morelos (1992).

 

Gracias a la nueva conectividad social y a la afición culinaria tuve el gusto de visitar nuevamente esta casa con mi familia la semana pasada, después de 10 años, y no pude más que agradecer la hospitalidad de los apreciados anfitriones con esta breve nota. Sirva de recuerdo para archivarse junto a los bellos planos de Jaime Ortiz Monasterio.

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