Ayer por la noche (jueves 11 de febrero), Miguel Barbosa y Rafael Moreno Valle tenían agendado un encuentro.
No pintaba nada fácil la reunión entre ellos –recordemos que el senador perredista fue quien frustró hace unas semanas la alianza PAN-PRD en Puebla para la minigubernatura que se disputará en junio próximo– pero desde el punto de vista del equipo del gobernador, el solo hecho de que Barbosa aceptara el encuentro ya era ganancia.
El tema explícito a tratar (a petición del mandatario poblano) era un punto de acuerdo que pretendían subir los priistas a la tribuna del Senado sobre el manejo de recursos en la administración de Moreno Valle.
–El golpeteo lleva interés político–, adelantó el gobernador.
El jefe de la bancada perredista aceptó la reunión. Pero bien claro tenía que la conversación derivaría al conflicto surgido entre ellos: el de la posible alianza PAN-PRD, a la fecha en litigio en el tribunal.
También lucía probable que le planteara la posibilidad de un nuevo binomio en las alianzas PAN-PRD: Puebla y Quintana Roo (Moreno Valle está más que dispuesto a apoyar a Carlos Joaquín).
Aunque Barbosa insiste en su rechazo a la alianza con Acción Nacional, sin importar la entidad de que se trate.
Habría un escenario más; éste a petición de Nueva Izquierda (de Jesús Ortega y su grupo):
Que el propio Barbosa se lance por la minigubernatura en Puebla –es el perredista mejor posicionado en su tierra– para que reconstruya al PRD en la entidad y así logre conjuntar una buena base para jugarla de nueva cuenta en el 2018, con mejores posibilidades de triunfo.
Claro que la respuesta a esa propuesta de Los Chuchos fue, desdendenantes, un rotundo ¡no!:
–Me quieren matar políticamente…–, diría el de Zinacatepec.
–¿A qué se debe su molestia con Moreno Valle si anteriormente (hasta 2013) se llevaban muy bien?
La explicación de Barbosa llegó en los siguientes términos:
–Mi relación con Moreno Valle no es de sumisión. Yo no soy un bufón, ni soy su sirviente. Que me respete y lo respeto.
El problema entre ellos, hasta donde entendí porque fue algo larga la respuesta, fue una cuestión de trato, en la que el gobernador pretendía tratarlo como a alguien inferior, como a su mandadero, para ser claros. Y eso no le pareció al senador.
Y el Chucho mayor, Ortega –según refiere el senador–, además de entregarle el partido a Moreno Valle, metió también su cizaña porque le pidió al gobernador que dejara de acordar con él y se entendiera con otras personas que él enviaría.
–¿Es cierto –le pregunto– que hizo un acuerdo con Emilio Gamboa (coordinador del grupo parlamentario del PRI) para romper la alianza PAN-PRD en Puebla a cambio de volver a ser presidente del Senado?
–¡No, en absoluto! A mí Emilio Gamboa nunca me ha dado nada, ni le he pedido nada. Le tengo aprecio y respeto; lo considero hasta mi hermano. Y no platicamos de nada que nos avergüence.
–¿No lo vamos a ver de nuevo como presidente del Senado?–, insisto.
–Si me llegara a tocar de nuevo sería en el tercer año y será una condición política si es que se da porque, a diferencia del arranque de la Legislatura, para este segundo periodo no hubo ningún acuerdo entre bancadas.
“Además –agregó por su cuenta– déjame decirte que cuando fui presidente del Senado yo no fui a pedir nada a Los Pinos…”
Con esos puntos suspensivos (y lo que ello implicaba), concluimos el café.
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