A las 3:15 de la mañana de ayer, cuando en el frío de la madrugada Enrique Peña Nieto descendió del avión presidencial procedente de La Habana -“sin haber pegado ojo”, como él mismo nos comentaría-, se veía realmente satisfecho de su primer viaje a Cuba.

 

No sólo por la foto con Fidel Castro -registro de su encuentro con un personaje histórico-, sino porque todo, ¡todo!, salió bien.

 

Empezando porque se recuperó lo más importante y lo más difícil de establecer en una relación, en este caso entre dos países: la confianza.

 

Y eso, valga anotarlo, no sólo pasaba por la fotografía con el comandante en jefe de la Revolución cubana. Contaba también la visita de trabajo, la reunión con el presidente Raúl Castro, la cena y la charla que sostendrían y lo que de ahí pudiera derivarse. Para bien o para mal.

 

Esa parte de la visita, que comenzó pasadas las ocho de la noche y concluyó alrededor de la una de la mañana de ayer, sus actores la describen “como una reunión de familia; no ideológica, sino entrañable, de familia”.

 

En lo que a trabajo se refiere, los escenarios y propuestas que se plantearon se traducirán en inversiones que hará el sector privado mexicano, incluso empresas medianas, para apoyar el proceso de apertura cubano. (De ello nos platicarán más adelante los detalles).

 

Por lo que se refiere a las relaciones humanas, digamos que no sólo se sentaron a almorzar-cenar, sino que hubo una buena y larga sobremesa -plagada de anécdotas, risas, buen vino- que se prolongó hasta la madrugada.

 

En torno a la mesa, esa mesa, Enrique Peña Nieto y Raúl Castro, encabezando como jefes de Estado. Los cancilleres de ambos: José Antonio Meade y Bruno Rodríguez.

 

Luego, por la parte mexicana, el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo; la subsecretaria para América Latina y el Caribe, Vanessa Rubio; el embajador de México en la isla, Juan José Bremer; los coordinadores de comunicación David López (presidencia) y Eduardo del Río (Relaciones Exteriores); Fernando Rosenzweig, y de la secretaría particular del presidente, Jorge Corona.

 

Quedó claro para todos que la relación entre México y Cuba “es única”, que no sólo hay entre ambos países una cercanía geográfica, sino una maravillosa identidad cultural, la certeza de la afinidad y un gran conocimiento a todos los niveles.

El reencuentro, resumirían, “fue entrañable, como una reunión de familia”.

 

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FIDEL, CANSADO PERO MUY LÚCIDO.- ¿Qué impresión le dio Fidel Castro?, le preguntamos a Peña Nieto al llegar a México.

 

"Lo vi evidentemente en una edad muy avanzada (Fidel cumplió 87 años) pero muy bien, muy lúcido. Cansado porque había sostenido encuentros con algunos otros jefes de Estado", respondió.

 

¿De qué platicaron? Recuerdos, historias, anécdotas... y más recuerdos.

 

¿De los sinsabores con los panistas? Ni una palabra. ¿Del retorno de los priistas al poder? Tampoco. Sólo figuraron los viejos y buenos tiempos.

 

Todo ahí fue historia. Conjugada en pasado, en presente y en presencia.

 

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DETRÁS DE LA FOTO.- Sin duda el caso más emblemático de la forma tan diferente como el PAN y el PRI manejaron la política exterior de México fue el trato hacia Cuba y sus dirigentes.

 

Entre los priistas y Fidel podía hablarse de cariño, hermandad, complicidad.

 

De los panistas hacia el comandante: distancia, frialdad, rudeza incluso.

 

Había, pues, que rehacer la relación. Pero no nos quedemos ahí, en el sólo retorno a lo que fue o en la fotografía con Fidel Castro. Lo que vimos -y se evidenció- en los últimos tres días en Cuba fue el gran cambio que se ha dado dentro la propia isla y del trato de la comunidad internacional hacia este país caribeño. Incluido Estados Unidos.

 

Si no, ¿cómo explicarnos la asistencia de 32 jefes de Estado a La Habana cuando antes raro era aquel presidente latinoamericano que osaba pararse en Cuba y reunirse con Fidel? ¿No los propios mexicanos, del PRI incluso, llegaron al grado de realizar la visita de trabajo a Cuba en su último año de gobierno para no irritar a los americanos?

 

Corren nuevos vientos en el continente.

 

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GEMAS: Regalito del presidente de Bolivia, Evo Morales: “Si hay que hacer espionaje para una cuestión de seguridad de la comunidad internacional, les propondría a ustedes que todos hagamos espionaje a Obama y a su gobierno”.

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