Este año –el cuarto del sexenio de Enrique Peña Nieto– sabe ya a final de gobierno.
Se nota no sólo en el apresuramiento político de los nuestros –que viene empujando desde hace meses–, sino en la mirada del exterior.
Véase tan sólo el editorial publicado ayer por el diario estadunidense The New York Times bajo el título "La terca resistencia de México a la rendición de cuentas".
Un texto en el que se habla de Enrique Peña Nieto como si estuviera a unos días de concluir su mandato. ¡Hasta adelanta la forma en que será recordada su administración!
¿Cómo? Pues como un gobierno dado a esconder “feas verdades”, a “minimizar escándalos” y a “eludir la rendición de cuentas”.
En cuanto al propio Peña, simplemente ve muy difícil –ya es tarde, dice el rotativo– que pueda “salvar” su reputación.
El tiempo que le queda en Los Pinos parecería entonces salir sobrando. Al menos por lo que toca a la huella que dejará en la memoria colectiva. Tendríamos un presidente sonámbulo o algo semejante.
Es la impresión que se tiene desde ahora.
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Fortaleciendo músculo en los estados.- Si en el mundo exterior dan prácticamente por concluido el sexenio de Peña Nieto, aquí nuestros políticos andan en las mismas aunque digan lo contrario.
Traen los pies en el 2016, sí –porque éste es el año clave en la sucesión presidencial–, pero la vista puesta en el 2018.
Y con las 13 elecciones para gobernador que tendrán lugar este año se pavimentará el camino hacia Los Pinos.
En esta penúltima aduana, los partidos buscarán fortalecer sus músculos en las distintas entidades, pues desde los gobiernos de éstas podrán tener mayor capacidad de movilización y acceso a dineros públicos.
De paso, aunque no menos importante, los resultados globales que alcancen a nivel de partidos podrían incorporar –o descartar– a dos personajes en particular para la Grande: a Manlio Fabio Beltrones por el PRI y a Ricardo Anaya por el PAN.
Y en Puebla, el blanquiazul Rafael Moreno Valle se juega su participación en la presidencial.
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El PRD, por su sobrevivencia.- Por lo que toca al PRD, el sol azteca buscará sobrevivir este 2016 bajo el proyecto de alianzas con el PAN. Algunas están cuajando –Durango y Zacatecas–, otras podrían reventar, como en Tlaxcala.
Pero quizás lo más interesante –y no habría que descartarlo– sea la posibilidad de que el PAN y el PRD vayan en alianza para el 2018.
El escenario es posible si los perredistas ven de plano que se desinflan en las elecciones de este año y si se da el caso de que Miguel Ángel Mancera les desprecie la candidatura.
En cuanto a Andrés Manuel López Obrador, las encuestas lo sitúan hoy en día como favorito. Arranca primero en la carrera presidencial. Pero el trayecto es largo y no es la primera vez que partiendo delante termina derrotado.
Lo importante para el tabasqueño y Morena será ver qué tanto logran fortalecerse a nivel territorial en las 12 elecciones de junio. Su fuerza, esperan, habría de desplegarse principalmente en el sureste.
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El enigma de los independientes.- Otro de los factores a seguir con lupa será el juego de los candidatos independientes.
Desde cómo surgen –si son tránsfugas de los partidos, si son ciudadanos comunes, si son personajes populares– y quiénes los apoyan, hasta la forma como serán recibidos por la ciudadanía.
Será también laboratorio para 2018. Tanto para los propios partidos como para los eventuales candidatos… y para los empresarios, que han encontrado en esta nueva figura una forma de presionar al gobierno federal e incluso de competir directamente por un cargo.
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