Hubo momentos en que temimos en serio por el papa Francisco. Sobre todo el sábado, durante esa larguísima jornada sabatina que comenzó temprano en el Palacio Nacional y culminó caída la noche en la Basílica de Guadalupe.

 

Sería también por la altura de la Ciudad de México, por los recorridos de pie en el papamóvil y porque el jesuita traía horas y horas de viaje atrás, pero hubo momentos en que parecía que Jorge Mario Bergoglio se iba a derrumbar.

 

Tal vez algunos de ustedes observaron algo semejante y se inquietaron.

 

En lo personal, me preocupé en serio durante la misa en la Basílica. El Sumo Pontífice lucía ya muy cansado. Su hablar era cada vez más lento, como si le costase trabajo pronunciar las palabras.

 

Pero lo más estremecedor fue cuando concluyó la ceremonia y enfiló hacia donde se encuentra la imagen de la Guadalupana y, al recibir las flores de la mano de una niña, pareció que se desvanecía.

 

Fue un semirresbalón ante un pequeño escalón, según nos explicaron, y el Papa –cumplirá 80 años en diciembre próximo– no cayó.

 

Dio la impresión de que se le doblaban las rodillas o algo semejante. No llegó a caer. Fue sólo algo momentáneo, pero el susto fue enorme y se hizo un profundo silencio entre quienes seguíamos la escena a través de las pantallas.

 

Las cámaras se alejaron un poco. Francisco depositó las flores y se sentó ante la imagen de la Virgen de Guadalupe.

 

–Se ve pálido–, apuntaban, preocupados, algunos feligreses en el atrio.

 

El silencio se hizo más profundo. Nadie perdía detalle.

 

Este era el momento que más ansiaba, según había dicho el Papa desde antes de iniciar su viaje. Quería “mirar” a la Guadalupana y que ella lo mirara a él.

 

Y he aquí que en cuanto se sentó ante la tilma de Juan Diego, inclinó la cabeza en actitud de oración.

 

Pasaron 10, 15, 20 minutos y el Papa no se movía.

 

¿Se habrá quedado dormido? –nos preguntábamos–, ¿estará bien?, ¿no se irá a caer?

 

Grata visitaUnos a otros nos mirábamos, nos interrogábamos. Hubo quienes comenzaron a rezar y a pedir: “Por favor, Virgencita, ayúdalo, que esté bien el santo padre”.

 

Poquito después, el Papa levantó la barbilla y abrió los ojos. Una breve y dulce sonrisa esbozó.

 

Respiramos todos.

 

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Símbolos y discursos.- De los discursos del Papa este fin de semana, me quedo con el que pronunció ante los obispos en la Catedral Metropolitana.

 

Y no precisamente porque lo considere un regaño a los obispos, sino porque considero que ahí fue –hasta ahora– donde Francisco se expresó con mayor intensidad y donde creo que fue más él.

 

Señalando a sus pastores lo bueno y lo malo, las oportunidades a seguir y los errores a enmendar. Hablándoles de tú a tú, sin tapujos ni remilgos:

 

“La Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar. Vigilen para que sus miradas no se cubran de las penumbras de la niebla de la mundanidad; no se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa; no pongan su confianza en los ‘carros y caballos’ de los faraones actuales…”, les dijo.

 

Discurso, ese, muy distinto al de tono protocolario que pronunció ante Enrique Peña Nieto y la clase política reunida en el Palacio Nacional. (Por cierto, el protocolo de la recepción, de los himnos y la presentación del gabinete ¿qué no es más bien de una visita de Estado y ésta –según informó el Vaticano– era una visita pastoral?)

 

En Palacio Nacional lo que valdría destacar más bien es el simbolismo de un jefe de la Iglesia católica pisando –por vez primera– el santuario del autor de la separación Iglesia-Estado, Benito Juárez.

 

Y de la misa multitudinaria en Ecatepec, la presencia misma de la gente –alrededor de 200 mil, según las autoridades– y el Angelus:

 

"(Hagamos de México un lugar) donde no haya necesidad de emigrar para soñar; donde no haya necesidad de ser explotado para trabajar; donde no haya necesidad de hacer de la desesperación y la pobreza de muchos el oportunismo de unos pocos. Una tierra que no tenga que llorar a hombres y mujeres, a jóvenes y niños que terminan destruidos en las manos de los traficantes de la muerte".

 

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GEMAS: Tuit del papa Francisco sobre la foto donde se le ve arrodillado ante la imagen de la Guadalupana en la Basílica: “Mirarte simplemente Madre dejar abierta sólo la mirada Mirarte toda sin decirte nada, decirte todo mudo y reverente”.

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