Con presagios nebulosos, desencanto y desconfianza mayoritaria, el domingo arrancó oficialmente el canto de las sirenas, las acusaciones entre partidos políticos y candidatos adversarios, el descubrimiento de vidas y obras no siempre ejemplares y el gasto enorme para venderse como producto electoral y no como proyecto de nación… ¡Es, señoras y señores, el proceso electoral intermedio que culminará (¿culminará?) el 7 de junio de este año!
Y hay razones: Las listas insospechadas y con frecuencia absurdas de los candidatos a elección por cada partido --en la que los mexicanos al grito de guerra no participamos--, hace que todo esto se convierta en el ‘juego que todos jugamos’, en el que tanto gobierno, como legisladores, partidos políticos e instituciones electorales hacen como que los elegidos son los mejores mexicanos que habrán de hacer gobierno impecable y diamantino, mientras que miles de nosotros –electores cautivos de este sistema democrático a la mexicana—hacemos como que les creemos: ‘pero no… no y no… no te lo voy a creer’, que se canta.
Juran y perjuran que todo el mecanismo electoral está diseñado para ofrecer la alternativa democrática y para que el proceso electoral sea transparente y rechinante de limpio. Sin embargo, a la vista, la alternativa democrática es irreal toda vez que los institutos políticos se integran más por compromisos e intereses político o económico que como organismos de Estado para ser interlocutores de Estado. Los ciudadanos somos marginados de la gran decisión democrática: la de elegir a nuestros candidatos.

Nombres, nombres, nombres se ven, se escuchan, se encuentra uno a cada paso y ‘hasta en el aire que se respira’; pero son facturas por pagar; compromisos adquiridos; candidatos y candidatas que con frecuencia son irresponsables, incoloros e insaboros… Con frecuencia sin un discurso creíble, con propuestas que nunca habrán de ser cumplidas y con desconocimiento de la responsabilidad pública que se adquiere.
… La mayoría de los candidatos están en busca de un estatus, de un nombramiento, de poder a lo sonso, de un ingreso muchas veces altísimo y con frecuencia pecaminoso, de un compromiso político por cumplir y dispuestos a ser consecuentes con quienes los pusieron ahí… porque quieren más.
Así que nuestro país padece una grave enfermedad; es la de la enfermedad de todos sus partidos políticos y por lo mismo la falta de oxígeno democrático.
Con todo, ese día habrán de elegirse 2,159 cargos de elección popular. Son 500 diputados, 9 gubernaturas y en 17 estados se disputarán 641 diputaciones locales, 993 alcaldías y en el DF 16 jefaturas delegacionales… Todo parece normal…
El Instituto Nacional Electoral (INE) tiene bajo su responsabilidad sus primeras elecciones. Muy cuestionado este INE deberá garantizar que la organización de éstas salga rechinando de limpio… ¿lo conseguirá? El tema es que no se trata sólo de un día electoral impecable, sino de todo un proceso que viene de tiempo atrás y que rebasará, sin duda, el 7 de junio.
Hoy el ciudadano mexicano no tiene por qué temer tanto a que haya chanchullo electoral el día de los comicios. Las triquiñuelas se cometen antes y después de ese día. El uso y abuso de recursos. El engaño. Las campañas mediáticas como si no lo fueran. Los enjuagues a espaldas del elector. La falta de sensibilidad política para entender el gran problema mexicano y para darle solución expresan ignorancia y hacen un discurso anodino, hueco y sin cepillar; el imperio de los partidos políticos que están en todo y deciden el todo del país y sus instituciones.
Junto a este panorama fosforescente, están los grandes problemas nacionales que acumulados hacen que el elector se encuentre en el limbo de las decisiones. ¿Votar para repetir lo que se ve? ¿Votar por cambiar… hacia dónde… con quién… con qué… quiénes?...
Lo dijo el mismo presidente Enrique Peña Nieto al periódico inglés The Financial Times el 20 de febrero pasado, en preparación para su viaje monárquico por el Reino Unido: “En México existe una sensación de incredulidad y desconfianza”…
…Y prometió acabar con la corrupción: Un gobierno que no puede controlarle las manos a sus operarios de todos los niveles y a sus familias prodigiosas que, como el caso del señor David Korenfeld, titular de la Comisión Nacional del Agua, se traslada al aeropuerto con su familia en el helicóptero que pagamos todos nosotros y para el servicio de nosotros en lo oficial… y muchos más como él, aquí y allá, como mal ejemplo de lo que no debe ser.
Este panorama --y mucho más, como la crisis económica que ya está aquí--, es el que contribuye a ese pesimismo y a esa desconfianza. Pero también puede ser el principio de una toma de consciencia colectiva que ya se presagia. Y por eso las campañas tanto presidencial como del INE para convocar al voto…
El camino de este proceso electoral está en marcha. Pero también está en marcha la toma de decisiones de una ciudadanía que si ve y que sí oye… Esto se resumirá el 7 de junio… antes o después.