Después de las fiestas, enero se puede catalogar como uno de los meses más tristes del año por distintos motivos: el fin de las celebraciones, las deudas, el frío, y, como cereza del pastel, la pesadilla de la cual no hemos despertado desde marzo de 2020.
Claro, 2021 fue un año mucho más liberador gracias a las vacunas. Pero las variantes sin cesar nos hacen preguntarnos cuándo realmente acabará la pandemia o se volverá una amenaza menor. Porque, por más que pudiéramos decir, desde un marco del privilegio o no, las ventajas de pasar horas en casa al lado de nuestros seres queridos, todas las personas en algún punto u otro se dieron cuenta que vivir así puede ser deprimente, muy solitario o desesperante.
El año pasado, enero fue uno de los peores meses. Tras villancicos inevitables en diciembre, todo mundo regresó contagiado y sin estar vacunado. Habíamos vuelto al estado de emergencia, donde solo los negocios esenciales estaban abiertos. Abríamos el periódico y pura noticia con respecto al bicho. Después de darnos un par de permisos, la locura estaba a flor de piel por donde volteásemos.
Esta vez, hubo una Navidad y Año Nuevo más tranquila. Las reuniones no eran motivo de tanta alarma como en 2020.
Sin embargo, la amenaza de Ómicron acechaba nuestras conversaciones. El pánico se fue por los aires sobre todo cuando se revelaron detalles sobre su propagación, mucho mayor a la de variantes anteriores. Por tanto, este enero pinta para ser otro mes gris.
Pero hay un rayo de esperanza: la variante es menos dañina a los pulmones. Entonces, el bicho podría convertirse en endémico: cuando ya la mayoría de las personas habrá tenido el virus, se podrá conseguir la codiciada inmunidad de rebaño. Aunque claro, todo depende de cómo evolucione la cuestión, así como de generar un esquema de vacunación equitativo para todo el mundo.
Mientras tanto, nos espera un poco de incertidumbre, de estar encerrados, cancelar planes o volver a ver cómo nos movemos dentro de este entorno confuso, incierto, con tintes de luz mas sombrío.
Además de la esperanza de un verdadero fin a la montaña rusa donde a toda la gente se le obligó a subir, es poco probable parar el mundo como antes. Sí, seguirán las medidas por otro rato. Sin embargo, es mejor un mundo precavido que un mundo inexistente.
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