El mundo está inmerso en la era del conocimiento. La mayoría estamos a un click de distancia de cualquier tipo de información teórica gracias al mayor acervo creado por la humanidad: internet.
Hoy, los discursos de los gobiernos del mundo y de la iniciativa privada internacional ven a la innovación como el ‘motor’ que dinamizará las economías locales y por ende la global, que generará empleo y apalancará el bienestar social.
El adquirir conocimiento y, además, ponerlo en práctica de manera creativa para transformar lo que hoy conocemos es, en suma, la clave de la innovación.
¿Y qué papel juega la academia para formar gente con esa capacidad práctica? Pienso que la academia sigue pensando en el siglo pasado. Quizá una muy evidente para mi es que no considera que para cursar un posgrado un alumno debe tener ciertas habilidades para generar nuevo conocimiento y aplicarlo en el fértil campo de la praxis.
El mundo lo están cambiando las inteligencias que usan la información teórica para sembrar en el pragmatismo. Un académico que no tiene el talento para usar el conocimiento tanto para formar e inspirar nuevos cuadros profesionales como para evolucionar el mundo, es un docente por accidente que se asfixia en el abrazo de la frustración.
En México hay talentos que han dedicado toda su vida a la academia y, además de ser sobresalientes investigadores, son pensadores, inspiradores, emprendedores, hombres de negocio o funcionarios públicos. Lamentablemente hay otros que ni brillan por su aportación científica o intelectual ni inspiran ni llevan a la práctica el conocimiento.
Son cabezas llenas de conocimiento. Archivos que no sirven para absolutamente nada en esta época en la que se necesita innovar para encarar los desafíos que demanda México y el mundo.
¿A qué empresa le impresiona un currículum que ostente un MBA o un PhD? A muy pocas estoy seguro. La razón: porque hay muchísimos profesionales con posgrado sin empleo en el mundo tocando sus puertas a diario.
Lo más curioso es que buscan emplearse en una empresa donde puedan jubilarse. Esa aspiración profesional corresponde a una mente que vive aún en el siglo pasado.
Hoy el mundo es de las cabezas capaces de transformar el conocimiento en ideas que transformen la manera de hacer las cosas. El planeta busca talento capaz de hacer eso. No busca snobs con hambre de pertenecer a una elite académica por el simple hecho de tener un posgrado.
¿México necesita una reforma educativa? Sí y con urgencia. Pero ésta debería empezar por un cambio radical en las aspiraciones de los educandos. No pueden pensar todos que tienen aptitudes para ser Doctores o MBA’s. Puede haber gente con secundaria y ser un exitoso emprendedor.
Y cuando digo exitoso emprendedor no me refiero solo a los niveles de facturación y de utilidad que pueda reportar su negocio. Me refiero, además, a que de él dependan un buen número de familias y que su compañía sea un auténtico motor económico y de bienestar social.
Deberíamos tener mayor capacidad de auto-evaluación para reconocer nuestro talento, nuestras habilidades y a partir de ahí delinear una trayectoria académica. No hacerlo es seguir condenados a ‘producir’ -que no formar- MBAs y PhDs condenados a quedar atrapados en las aulas como docentes sin vocación.
Cabezas superiores. Mentes con la capacidad de transformar el conocimiento teórico en acciones que beneficien a una sociedad o al mundo es lo que hace falta.
Muchos Maestros y Doctores terminan, contra su voluntad, como profesores porque no encuentran el empleo de sus sueños. Muchos de ellos se sienten mal pagados por las instituciones de educación superior, subvalorados y, como consecuencia, acaban dando clases grises como un ‘buen profesor’ sin vocación académica.
Este mundo necesita líderes. Necesita acción. Necesita ideas. Necesita liderazgos -en empresas, en Gobierno o en Universidades- que inspiren. Lo menos que necesita es mentes promedio que buscan el bluff anacrónico de ostentar un título de posgrado en las tarjetas de presentación.
Eso ya no impresiona a nadie en el mundo.