Pasadas las elecciones presidenciales, el presidente Felipe Calderón se ha dedicado prácticamente por entero a una muy intensa campaña de imagen y promoción, dentro y fuera del país, sobre lo hecho durante su gobierno.
Es evidente que su gobierno ha sido marcado por la violencia sin precedentes en el país derivado de la guerra que inició en contra del crimen organizado, por lo que el Presidente busca -de alguna manera- paliar, explicar y matizar una imagen que, sabe, quedará en la memoria de su gobierno.
Calderón sabe que decenas de acciones y decisiones económicas, de infraestructura o de desarrollo social tomadas durante su gobierno y que efectivamente impulsaron a México en estos años, corren el riesgo de quedar sepultadas en el recuerdo colectivo por el fuerte grito de sus críticos que le endosan los costos de casi 60 mil vidas por una sangrienta “guerra” a la que se lanzó desde el mismo inicio de su gobierno y que a su partido le costó la Presidencia de la República en las elecciones del pasado 1 de julio.
Precisamente en este ánimo de reivindicación de las acciones de su gobierno, Calderón le concedió una entrevista al prestigioso diario financiero The Wall Street Journal -el de mayor circulación en Estados Unidos- en la que se esfuerza -como lo narra Bret Stephens en la nota publicada el sábado pasado- a desterrar ciertos estereotipos sobre su gobierno y sobre la posición económica de México frente al vecino del norte.
Por ejemplo, Calderón destaca la inversión reciente de su gobierno en el capital humano: “Hay 113 mil nuevos ingenieros que se gradúan cada año en México, lo que significa más ingenieros graduándose en México que en Alemania o Canadá o Brasil. Y si establece algún tipo de tasa de ingenieros por 100 mil personas, sería casi el doble de la tasa estadunidenses”, le explica al WSJ a la vez que pone de ejemplo a la industria aeronáutica que se desarrolla en Querétaro con mano de obra mexicana altamente calificada.
Uno de los ejemplos favoritos que usa Calderón para mostrar el dinamismo de la economía mexicana y sus efectos positivos en la migración de trabajadores hacia Estados Unidos no falta en la conversación con el WSJ. El Presidente argumenta que el crecimiento económico en los últimos tres años ha logrado generar una fuerte cantidad de empleos en el sector formal, que junto a la debilidad de la economía de Estados Unidos y al mayor control de parte de las agencias fronterizas estadunidenses, provocó que la tasa neta de inmigración de trabajadores mexicanos hacia Estados Unidos fuera de cero durante dos años consecutivos, según las cifras del Pew Research Center.
Una entrevista más en la que el Presidente busca desterrar estereotipos sobre su gobierno a unas semanas de dejar para siempre Los Pinos, y a unos meses de enrolarse en la academia estadunidense por un tiempo, según ha trascendido informalmente.
Es muy temprano aún para hacer un balance objetivo de su gobierno. Sin embargo -como ocurre con los juicios de la historia- la pesada losa de los costos sociales y políticos de la violencia parece, a priori, enterrarlo todo. Acaso la estabilidad económica -con todo y sus lastres políticos que evitaron un mayor despegue- servirá de plataforma para las reformas prometidas por el gobierno que le ganó las elecciones a su partido.
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