No es difícil imaginar las palabras que Winston Churchill pronunciaría sobre los bajos instintos políticos del premier británico David Cameron respecto a que en 2017, en caso de que se reelija en 2015, someterá a través de un referéndum, el destino de Gran Bretaña en la Unión Europea. Churchill decía que “a menudo me he tenido que comer mis palabras y he descubierto que formaban parte de una dieta”. Las palabras de Cameron sobre el Sí o No a la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, contienen un elevado tóxico populista que bien podrían ser dichas por Murdoch o Berlusconi.
En realidad, Churchill fue uno de los arquitectos que esbozó lo que hoy conocemos como la Unión Europea. Sus planos los retomaron visionarios como Jean Monett o Alcide De Gasperi. Winston Churchill propuso en 1946 la creación de Estados Unidos de Europa. Comprendió que el nacionalismo es la pintura nítida de las banderas y el mejor código de identidad entre los ciudadanos. Sin embargo, su inteligencia de estadista intuyó que los roces entre naciones, se resuelven a través de la unión entre países. El ejemplo inmediato para él fueron los treinta años que acotaron a las dos guerras mundiales del siglo XX.
En la época dorada de Henry Kissinger no había WhatsApp, quizá esa haya sido la razón por la que no sabía a qué número telefónico marcar cuando deseaba hablar con los políticos de la entonces Comunidad Europea. Cuando lo hacía con el presidente de Estados Unidos, decía Kissinger, únicamente tenía que descolgar la bocina y marca el número de la Casa Blanca. Tenía razón.
Hoy, la Unión Europea tiene presidente, canciller, parlamento, gobierno (Comisión Europea), jueces, banco central y moneda común. Es cierto, la estructura eurocrática es ineficiente. Las directivas (una especie de leyes) que emergen de la Comisión Europea, son demasiado intervencionistas; regulan demasiado la cotidianidad de los europeos. El nivel de regulación es tan elevado que puede llegar a producir fallas en los mercados. Por ejemplo, una bebida considerada alcohólica por el gobierno británico, el gobierno francés puede permitir su venta a los menores de edad porque para éste, los grados de alcohol de la bebida son tan inofensivos como un dulce envinado. Por esa simple razón, la Comisión Europea realizó en su momento, una directiva común para ser aplicable en los hoy 27 países que conforman a la Unión Europea, en la que determinó qué tipo de bebidas alcohólicas pueden ser autorizadas para ser vendidas en tiendas de conveniencia y qué bebidas no deben de ser ofertadas en esos puntos de venta. Otro de los problemas de la Unión Europea es el que vive hoy: crisis del déficit que sufre la eurozona por dos motivos. El principal, es el de la deuda pública en la que cayeron países como Grecia, Portugal, España e Italia. El segundo es una derivación del primero: las políticas de recortes en el gasto público impuestos por la canciller alemana Angela Merkel.
Sin embargo, el costo-beneficio de la Unión Europea es positivo por tres razones: no hay guerra entre países que conforman la Unión Europea desde su fundación; la UE es el bloque mundial donde el comercio se ha desarrollado con mayor dinamismo y profundidad (en 2010, el 71% de las exportaciones de la UE se realizaron entre los propios 27 países y el 26% del comercio global lo aporta la UE. El tercer beneficio de la UE se encuentra en el proceso transcultural. En este espacio he resaltado el programa universitario Erasmus, cuyo fin último es consolidar la integración cultural entre los ciudadanos de la UE.
Cameron y el nuevo populismo
Las tres razones pragmáticas que llevaron al premier británico a presentar su propuesta (de campaña), el pasado miércoles, sobre el referéndum, desembocan en su reelección en 2015, sin embargo, es importante analizarlas.
1. El ascenso del Partido Antieuropeo en Gran Bretaña (UKIP) sorprendió desde 2004, año en el que el Parlamento Europeo se renovó; 12 de los escaños se los llevaron los antieuropeos. Nueve años después, una tercera parte del voto tory optaría por un partido antieuropeo (información de YouGov, la empresa de encuestas políticas más relevante en Gran Bretaña). Si el dato se cruza con los números que describen la intención de los británicos por separarse de la Unión Europea (51%), el escenario para la reelección de David Cameron es algo más que brumoso, no por la posibilidad de una victoria del UKIP, sino porque los antieuropeos le pondrían alfombra roja a los laboristas.
Ed Miliband, líder de los laboristas, recargará su agenda con entusiasmo europeísta pensando que a Cameron le sucederá lo mismo que a Sarkozy. El entonces presidente y candidato francés, en abril pasado, intentó llevarse parte de la agenda del partido ultra Frente Nacional para convencer a los conservadores, sin embargo, el final terminó en la derrota de Sarkozy frente a François Hollande. David Cameron, en un acto desesperado, trata de hacer lo mismo: llevarse a su partido el grito anti europeísta del UKIP.
2. David Cameron se moriría de ganas por pronunciar la siguiente frase: “Ya ven, se los dije, nosotros que no tenemos el euro, nos hemos salvado de la crisis de déficit”. Moody´s, Fitch y Standard & Poor’s han puesto en la mira la calificación de la deuda soberna del Reino Unido. El crecimiento de su PIB durante 2013 se espera que sea nimio. Siguiendo la estela que ha dejado el presidente catalán, Artur Mas, Cameron utiliza la retórica nacionalista para plasmar un ornamento esperanzador entre los británicos. Nada mejor que prometer un referéndum donde los ciudadanos logren desalojar su mal humor por las condiciones económicas, total, la culpa siempre la tiene la Unión Europea.
3. El eje París-Berlín comienza a revivir. La permanencia de Nicolas Sarkozy al frente del gobierno francés rompió las simetrías del eje. En la sinfónica de Merkel, Sarkozy jugó un papel secundario. Tocaba el tambor de vez en cuando; desafinaba siempre. Hollande, inmediatamente después de su victoria, trató de sumar fuerzas con Rajoy y Monti. El problema es que Rajoy no le aportó energía y Monti lo abandonó al anunciar el final de su gobierno después de entregar los presupuestos para 2013. Ahora, el italiano no tiene tiempo para apoyar a Hollande pues se encuentra enfrascado en una batalla frente a Berlusconi. El tema de Mali, el ataque terrorista en Argelia, la muerte de un agente de espionaje francés en Somalia y, de pilón demagógico, el caso Cassez, le han dado puntos de rating a Hollande. En el trasvase de popularidad, la semana pasada Hollande logró lo impensable: hacer que Merkel pronunciara la palabra “crecimiento”. A todo esto, el protagonismo del eje París-Berlín, empequeñece a David Cameron. Así que un punto de inflexión, para Cameron, es su disposición por salir de la Unión Europea a pesar de que, dijo, luchará con todo su corazón para evitarlo.
La realidad es que Cameron representa al #nuevopopulismo. Tiene razón el presidente chileno, Sebastián Piñera, al decir que en Latinoamérica ya no existen asimetrías con la Unión Europea. Se refería a las económicas, sin embargo, yo le agregaría que también se rompen las asimetrías en cuestiones populistas. Cameron no le pide nada al populismo que corre por el eje chavista.