Ya con la investidura presidencial, Enrique Peña Nieto presentó en su primer mensaje a la Nación cinco ejes sobre los cuales fundamentará su gobierno y cuyos objetivos se podrían resumir en hacer de México un país en paz, incluyente, próspero, con un sistema educativo de calidad y solidario con las mejores causas en el entorno global.

 

Hay un hilo conductor muy interesante en este planteamiento. Se trata de responder ¿cómo construimos una sociedad basada en el bienestar y el bien ser?

 

La violencia no es un fenómeno natural sino cultural, humano. Sólo la ejercen los sujetos sociales y su expresión más concreta es cualquier persona armada y entrenada para matar, bajo un sistema de órdenes, instrucciones y motivos. El homicidio, pues, es la consumación extrema de la violencia; el exterminio del otro.

 

Sin embargo, el jefe del Ejecutivo se refiere específicamente a la violencia que deriva de la ilegalidad, la delincuencia y de las formas y estrategias empleadas para su combate y control. Y más propiamente acotado, a la violencia derivada del trasiego de ciertas sustancias sicotrópicas, enervantes o sedantes, cuya cadena de producción, distribución, comercialización y consumo está prohibida. ¿Qué está detrás del incremento de homicidios relacionados con el tráfico de drogas?

 

Algo que siempre se criticó al pasado gobierno federal en el combate contra la delincuencia fue el atender este problema con criterios meramente policiacos y sin una mínima labor de inteligencia o de estudios que permitieran entender las condiciones materiales y el entorno social, económico, cultural y hasta político en que se entrevera la violencia asociada al narcotráfico, y que llevan a cientos de mexicanos y mexicanas a recurrir a la ilegalidad, la informalidad y el desarraigo.

 

En el fondo de esa problemática destacan cuestiones de índole económica como la desigualdad social, el desempleo o la falta de oportunidades, condiciones que, curiosamente, están presentes en otro tipo de irregularidades, ilegalidades, delitos, crímenes o actos fuera de o contra la ley, como la economía informal, la piratería, el ambulantaje, la migración indocumentada, el tráfico de personas, la trata de blancas, el secuestro, la desaparición forzada, la tortura y la deportación.

 

¿Es posible atender, afrontar y resolver esta grave y compleja problemática desde la ciencia, la tecnología y la innovación? Hay ejemplos históricos que muestran que sí; que el conocimiento es el más grande valor del que dispone la humanidad para remontar las crisis.

 

Volviendo a la pregunta inicial, ¿podría la sociedad mexicana construirse con base en el bienestar y el bien ser? Tendríamos que empezar por el principio, y hacerlo a partir de lo fundamental: para que haya conocimiento, primero hay que generarlo.

 

Si seguimos considerando la educación como un gasto y no como la más valiosa inversión social no nos moveremos de lugar. Activar esta cadena de valor, exige crear las condiciones de igualdad de oportunidades para que cada mexicana o mexicano reciba una educación crítica y de calidad.

 

Necesitamos apostar todo a la ciencia, la tecnología y la innovación y considerarlas la fuente de los más altos valores humanos (económicos, sociales, culturales y políticos) que generarían empleos dignos y bien remunerados; capacitación y superación profesional para la vida y el trabajo; crecimiento, rentabilidad y competitividad para las empresas y el país.

 

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