El 27 de junio entrará en vigor la nueva Ley de Etiquetado de Alimentos en Chile. Según el Instituto de Previsión Social del gobierno –véase: http://bit.ly/27UjitG-, ésta busca simplificar y homologar la presentación de la información nutricional con el fin de advertir a los consumidores del contenido calórico, cantidad de azúcar, sodio o grasas saturadas, de un producto determinado. La medida busca atacar las altas cifras de obesidad infantil en el largo y delgado país sudamericano.
Pero la novedad no es esa, puesto que varias naciones han adoptado medidas similares –México lo hizo en 2014, véase: http://bit.ly/25soqq4-. Lo llamativo es una de sus especificaciones, misma que el propio Instituto resalta en la ficha que consulté: “Los alimentos no podrán utilizar en su publicidad (incluido su rótulo y envase) elementos que atraigan especialmente la atención o interés de menores de 14 años”. Con “elementos”, se refiere a ganchos publicitarios tangibles e intangibles.
A raíz de esto, medios internacionales como El País –véase: http://bit.ly/25m0moH- resaltaron que, bajo la nueva normatividad, clásicos infantiles como el huevo Kinder sorpresa y la cajita feliz de McDonald´s, se verían seriamente afectados. Retomo las declaraciones del jefe del Departamento de Políticas Públicas del Ministerio de Salud chileno, que El País cita en dicha nota: “El Kinder sorpresa tiene un gancho y por lo tanto no podría ser vendido en nuestro país. La cajita de McDonald’s tiene alta cantidad (de nutrientes críticos) y no puede ser entregado con un gancho comercial. Como está la Cajita hoy, no es feliz”.
Usar un juguete como gancho publicitario es aprovecharse de dos cosas: la inocencia de la niñez y del poder de ésta para conseguir algo específico de sus padres. Uno de los excesos del capitalismo sin conciencia social es, precisamente, aprovecharse de los más chicos. Sin embargo, con estas acciones, Chile está atendiendo las recomendaciones que la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace –véase: http://bit.ly/1OTUDty- con respecto a la promoción de alimentos y bebidas dirigida a la niñez, siendo la primera: “la finalidad de las políticas debe ser reducir el impacto que tiene sobre los niños la promoción de alimentos ricos en grasas saturadas, ácidos grasos de tipo trans, azúcares libres o sal”.
Medidas drásticas, sin duda. ¿Cuántos de nosotros no compramos bolsas de papas por los famosos tazos? ¿Cuántos de nosotros no pedíamos la cajita feliz por el juguete? En fin, el tema central no es ese. Es, más bien, una pregunta: si un país con un marcado problema de obesidad infantil como Chile emprende acciones de este tamaño para combatir el problema, ¿uno como el nuestro no debería, por lo menos, endurecer el combate a esta epidemia? Según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) –véase: http://bit.ly/1oFOJRd-, el problema es peor en México: entre los países miembros, el nuestro es el sexto con más niños con sobrepeso y obesidad. Chile, el noveno.
En México, medidas como el impuesto al refresco aún deben probar su eficacia a la hora de combatir la obesidad infantil. Según un estudio preliminar realizado por Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) y la Universidad de Carolina del Norte –véase: http://bit.ly/1O1l58r-, entre enero y diciembre de 2014, el impuesto redujo un 12 % las compras de bebidas gravadas, y aumentó 4 % las compras de bebidas exentas. Faltaría, primero, detectar una reducción sustancial en la obesidad, y después, hallar la correlación entre el impuesto y ésta última.
El gobierno –consideraba el primero de los dos presidentes Roosevelt- está obligado a mitigar activamente las injusticias sociales mediante regulaciones y políticas; debe ser árbitro, pero si se requiere, también jugador. Nuestro gobierno necesita endurecer el combate a la obesidad, particularmente la infantil y los factores que la fomentan, y el debate debe estar por encima de dilemas ideológicos de mayor o menor intervención del Estado: estamos hablando de la etapa en la que se forman los hábitos alimenticios, en la que la obesidad aún es opción y no destino.
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