Martha Hilda González Calderón
Siempre he tenido un profundo respeto por el electorado de Estados Unidos. Tengo la convicción de que le dan un alto valor a su voto y al sentido de la participación democrática en general.
Me costaba trabajo entender la razón de que en la elección presidencial del año 2016, una buena parte del electorado femenino proveniente de los suburbios acomodados, que normalmente cuentan con altos niveles de educación y tienen profundos valores arraigados, hubieran apoyado a un candidato que no encajaba en sus perfiles conservadores.
Ciertamente ya se habían identificado amplios sectores de la sociedad que no estaban de acuerdo con la agenda progresista y los derechos de las minorías, pero de ahí a apoyar a un personaje que había sido reiteradamente acusado por acoso sexual, en todas sus variantes, era sorprendente.
Ciertamente Donald Trump les debe a muchas mujeres blancas, de clase media alta, que lo hayan apoyado mayoritariamente en la elección del 2016. Sin embargo, cuatro años después, muchas de ellas lo pensaron dos veces y modificaron la intención de su voto.
Si algo le debe de agradecer el movimiento feminista de todo el mundo, pero particularmente el estadounidense, es que las posturas misóginas de Trump hicieron que el movimiento se recuperara del marasmo en el que parecía estancado. Hizo que sus banderas tuvieran un claro objetivo y que las mujeres de distintas razas y generaciones pudieran identificarse en la lucha por sus derechos.
La actitud de Trump fue tan burda que permitió que muchas mujeres descubrieran que eran parte de la lucha y se cohesionaran. La “Marcha de las Mujeres” del 21 de enero del 2017, convocada un día después de su investidura presidencial, en Washington y simultáneamente en diversas ciudades norteamericanas, fue una de las primeras movilizaciones que a lo largo de la administración del presidente Trump, se multiplicarían.
Hasta la primera dama, Melania Trump, durante el discurso de su marido ante el Congreso, con una aparente actitud de incomodidad y temor fue objeto de la mofa de los internautas que le escribieron: “parpadea dos veces, si necesitas ayuda”.
En 2006, Trump expresó en su libro que “las mujeres son, en esencia, estéticamente agradables”. Esta “cosificación” de más de la mitad de la población ha quedado evidenciada en muchas de sus expresiones, como aquella de presumir sus conquistas sexuales o alardear para compararse con otros políticos, quien tiene la esposa más sexy, como quien compara su propio coche.
Sus expresiones han rayado en lo grotesco y lo absurdo, como señalar que “una mujer sin pecho es muy difícil que tenga diez”, como lo declaró en un programa de Howard Stern o el mensaje que le envió al periodista Tucker Carlso, después de que tuvieran una discusión: “es cierto que tienes mejor pelo que yo, pero yo consigo más vaginas”.
Si no fuera el Presidente del país más poderoso del mundo, pudieran parecer las expresiones de un macho más. Como las ofensas a la empresaria Carly Fiorina a quien agredió diciéndole que era demasiado fea para ser presidenta.
Sin embargo, hay acusaciones mucho más graves: Harry Hurt, en su libro “The Lost Tycoon: The Many Lives of Donald Trump”, señala una supuesta violación a su ex esposa, Ivana, en 1989. Jean Carroll, editorialista de la revista “Elle”, señaló que después de acusarlo de violación, también lo acusaría de difamación, por los señalamientos a los que fue sometida cuando se atrevió a denunciarlo.
Unos días antes de la elección de noviembre de 2020, doscientas mil mujeres reunidas en trescientas marchas en cuarenta y nueve Estados, se reunieron para manifestar su rechazo y solicitar el voto contra Trump.
Su postura contra el aborto fue más allá que aquella de los grupos conservadores, porque para Trump “quien se somete a un aborto debiera tener algún tipo de castigo”.
En el fondo, como señaló Franklin Foer, existe un profundo odio hacia las mujeres el cual queda de manifiesto en esa “ideología que abraza con sinceridad y practica con inquebrantable fervor: la misoginia”. Su estilo es el del hombre poderoso que piensa que por su posición, siempre puede hacer lo que quiere con las mujeres.
Sin embargo, ha habido casos muy señalados de mujeres poderosas que le hicieron frente con inteligencia y astucia. Las anécdotas de la jueza Ruth Bader Ginsburg; la demócrata Hillary Clinton; la Presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi; y la Canciller alemana, Ángela Merkel, son dignos de resaltarse.
Desde 2016, cuando se oficializó que Trump sería el candidato republicano, la jueza Ruth Bader Ginsburg señaló que si ganaba la elección “era momento de mudarse a Nueva Zelanda”.
La respuesta de Trump no se hizo esperar y en un tweet la trató de “mente disparatada, que debía renunciar” a su cargo en la Corte Suprema. Con contundencia la jueza Ginsburg le reviró: “es un falsificador, no es congruente consigo mismo. Dice lo primero que le viene a la cabeza”. Abriendo un debate sobre la participación de los jueces en política.
Cuatro años después y a raíz de la muerte de la jueza Ginsburg, Trump se apresuró a nombrar a su sucesora, a pesar de que le habían solicitado que esperara a que se conocieran los resultados de la elección presidencial que estaba a días de llevarse a cabo, para que el nuevo Presidente propusiera a su remplazo. No es de sorprender que durante los funerales de la jueza Ginsburg, Trump fuera abucheado.
La relación de Hillary Clinton con Trump fue siempre la de una profesional frente a un buscapleitos. Trump la atacó de no tener ya la resistencia física para encabezar las negociaciones comerciales que se tenían que emprender. Hillary Clinton, serena, le respondió: “un hombre que puede ser provocado con un tweet no debería tener sus dedos cerca de los códigos nucleares”.
En el caso de Ángela Merkel, durante la reunión del G7 celebrada en Biarritz, Francia; en una rueda de prensa, Trump señaló que visitaría Alemania de donde era originaria su familia. Ángela Merkel tuvo que contenerse ostensiblemente para no soltar la carcajada.
En otra ocasión, Trump quiso evidenciar el aumento en los índices de delincuencia en Alemania, la Canciller no solo lo contradijo, sino que demostró que los índices iban a la baja.
Sin duda quien más se ha enfrentado al Presidente americano es la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. La astucia de la legisladora, le ha permitido elegir los momentos precisos para reunir los elementos necesarios para juicio político o impeachment. Por supuesto, Trump no se ha ahorrado adjetivos para desacreditar el trabajo de la representante Pelosi.
Ante el inminente triunfo de los demócratas, Nancy Pelosi retó a Trump que se comportara como un hombre y aceptara los resultados de la elección.
Ciertamente Joe Biden y la abogada, hoy vicepresidenta de los Estados Unidos, la interesante Kamala Harris han sabido movilizar a las mujeres de las minorías y convencer a muchos electores republicanos de que ellos son la mejor opción.
A raíz de los resultados electorales que se están oficializando en los Estados Unidos, Donald Trump quizá esté pasando algunos de los peores días de su vida. Pero al mismo tiempo, para la democracia en los Estados Unidos se está consolidando un gran triunfo y por ende una nueva esperanza para los millones de mujeres del vecino país del norte, cuyos derechos y logros retrocedieron durante la era Trump. Porque fue el electorado femenino, y entre ellas muchas mujeres valientes, quienes verdaderamente mostraron su verdadero rostro para echarlo fuera.
@Martha_Hilda