No podemos con Donald. Así de clara es nuestra desgracia.

 

 

Pero se me ocurre que en lugar de sufrir todo el día por culpa del presidente Trump (y hacer cosas inútiles), podríamos usar nuestra creatividad histórica para neutralizarlo. Dicho en cristiano: si no podemos evitar las deportaciones, hay que inventar algo para ir o regresar a Estados Unidos (libremente).

 
Llámenme loca si quieren, pero soy mujer de alternativas: Si Trump nos ataca por arriba, hay que darle por abajo. ¿Cómo?, pues con túneles. No se rían, porque es en serio.

 
Como sabrán, nuestra frontera con los United States está repleta de túneles por donde los narcotraficantes pasan, escapan, contrabandean o “trabajan”. Pues yo opino que “si la vida nos da limones, hagamos limonada”. O sea, deberíamos darle un nuevo sentido y utilizarlos a nuestro favor, porque en honor a la verdad, son espacios muy desaprovechados. Entre eso y lo que inventaron los chinos, hay todo un mundo subterráneo por descubrir.

 
Acabo de regresar de Mexicali y el atractivo turístico de moda es el recorrido por los túneles chinos. Pocos saben que en 1900 llegaron a Baja California miles de inmigrantes de China para construir un canal de riego inmenso (la mano de obra era más barata que la nuestra) y cuando terminaron el proyecto se quedaron a vivir acá. Pero los chinos son tan listos que construyeron todo un sistema de túneles y sótanos para vivir debajo de la ciudad. Primero, para vivir con sus propias leyes y costumbres; luego, para aguantar el calor del verano que llega hasta los 50 grados centígrados, y por último, porque los perseguían para deportarlos y/o matarlos (qué canijo es cuando la historia de la humanidad se repite y no aprendemos, ¿verdad?).

 
Sí saben dónde está Mexicali, ¿o no? Es más importante que ubicar Nueva York o Vail, así que corran a buscar un mapa. El recorrido es maravilloso porque que te lleva por todos los rincones para apreciar el ambiente y las decoraciones orientales. Los faroles de papel rojo, los gatitos que mueven la mano, los cuadros de cascadas en 3D, los bambús de la suerte… ¡qué genialidad! Bueno, tenían hasta casinos.

 
Basada en la sabiduría del lejano oriente, yo digo que hay que construir túneles a lo loco. A lo grande. Me adelanté a pedir presupuestos y sepan que la obra es cara, pero la libertad no tiene precio. Según el proveedor, necesitamos mínimo 30 albañiles por túnel, de mil 800 pesos semanales y algunos maestros de tres mil que trabajen el día durante seis meses. Digo, viéndolo por el lado amable es hasta barato.

 
Lo básico sería crear, por ejemplo, un hueco con acabados en cemento pulido (como la arquitectura de Tadao Ando), pero vayamos más allá. ¿Se imaginan un tipo corredor cultural con arte rupestre, jeroglíficos o grafiti en las paredes? También se puede diseñar bajo los estándares internacionales del feng shui, ponerle cafetería o bar –para animar el trayecto- o, de plano, hacer un hoyo feo pero eficiente donde uno pueda correr a sus anchas. No sé, son ideas.