En los altos círculos del PRI y del gobierno, cuando mencionan la palabra “perdedor” en las pasadas elecciones locales, no pueden evitar soltar un nombre: Rubén Moreira Valdez. El gobernador de Coahuila, dicen los priistas de la cúpula, es el único gran perdedor del viejo partido en estos comicios, pues mientras en los otros estados los tricolores se recuperaron, se mantuvieron o incluso avanzaron, en tierras coahuilenses se perdieron Saltillo, Monclova y Torreón está en veremos en los tribunales.
“Si alguien perdió en el PRI, ese se llama Rubén Moreira”, dice un senador del viejo partido que atribuye las derrotas priistas en los comicios municipales al pleito que sostienen desde hace meses los hermanos, el actual gobernador y el ex mandatario Humberto Moreira. Las traiciones, enfrentamientos y deslealtades entre estos dos priistas se hicieron evidentes desde que comenzó el escándalo por la millonaria deuda estatal que le heredó Humberto a la actual administración.
Rubén Moreira comenzó a quejarse en público y en privado de que la Secretaría de Hacienda le había “congelado” partidas y recursos federales derivado del escándalo protagonizado por la administración de su hermano, cuyo secretario de Finanzas falsificó documentos de la SHCP y autorizaciones para la contratación de deuda con bancos que ni siquiera pasaron por la aprobación del Congreso local por un monto superior a los 33 mil millones de pesos.
Ahí comenzó el distanciamiento que luego se volvería crisis familiar y al final enfrentamiento. El pleito se hizo público tras la muerte del hijo de Humberto Moreira, asesinado precisamente por órdenes del Z-40, Miguel Ángel Treviño, en venganza porque en un enfrentamiento la policía estatal había matado a un sobrino del líder de Los Zetas. “Sobrino por sobrino”, decía un narcomensaje difundido tras la trágica muerte del joven Moreira, lo que hizo que la viuda culpara directamente al gobernador Rubén por el crimen contra su esposo.
Lo que había sido un clan político-familiar se rompía ante el asombro público cuando el gobernador ni siquiera se presentó a los funerales del joven Eduardo Moreira, su sobrino, y unas semanas después comenzaron las declaraciones tronantes de su padre, Humberto, señalando culpables de la violencia en Coahuila y acusando a los narcotraficantes de controlar, coludidos con empresarios locales y con organismos estatales, la producción de carbón en la región carbonífera del estado.
La relación entre los hermanos de fracturó completamente, al igual que el grupo político que juntos habían formado. Vino entonces el exilio dorado de Humberto Moreira, que se fue a vivir a Madrid, a una zona residencial exclusiva mientras estudiaba una maestría cuyos elevados costos nunca pudo explicar quién se los financiaba. No se sabe si desde allá Humberto Moreira operó en contra de su hermano y de su partido o si simplemente no operó y sus seguidores le cobraron la factura al gobernador, el caso es que en las elecciones municipales el PRI perdió dos de las plazas más importantes en disputa y no volvió a mostrar el poderío de cuando los Moreira operaban juntos y se llevaban “carro completo” en el estado hace apenas tres años.
De paso, la derrota echó por tierra el mito de que Rubén Moreira era “el gran operador” y exhibió al gobernador como el mandatario priista que recibió el más duro revés en estos comicios estatales.
NOTAS INDISCRETAS… Mientras en Nuevo Laredo la Marina capturaba al Z-40, Miguel Ángel Treviño, en un restaurante del DF el gobernador Egidio Torres comía con periodistas a los que les afirmaba que la seguridad en el estado está cambiando y que, si bien siguen los conflictos por territorio entre Los Zetas y El Cártel del Golfo, la incidencia delictiva ha disminuido en el estado como resultado del apoyo federal que han recibido. “El sexenio pasado nos sentíamos abandonados pero eso cambió con el actual gobierno”, decía el gobernador casi al mismo tiempo que comenzaba a circular el rumor de la captura de Miguel Ángel Treviño el buscado líder del cártel de Los Zetas… Dados girando. Serpiente.