Tengo el recuerdo de haber entrado al Monumento a Álvaro Obregón durante los últimos años de mi adolescencia. De esa visita espontánea, pasaba yo por ahí, se me quedó grabada una imagen grotesca, la mano amputada, pálida, varias veces más gorda de lo que pudo haber sido cuando perteneció al cuerpo de Obregón.
No hace mucho, también en una visita no planeada al mausoleo, volví a entrar. Ya no estaba la mano grotesca. Más de dos décadas pasaron entre una y otra visita, y al menos una información adicional en mi memoria visual, la tumba de Napoleón en Les Invalides que sin duda fue la inspiración del monumento a Obregón.
Acabados en mármol, soberbios, en un estilo Art Decotl (así llamo a las derivaciones mexicanas del Art Decó), reflejado sobre un gran espejo de agua ... que los domingos es usado como bañera por los asistentes, de bajos recursos, al Parque de la Bombilla, en el que Obregón fue asesinado.
Héroes y falsos héroes han muerto en nuestro país desde los años treinta en que fue edificado el mausoleo en honor al primer presidente mexicano que cumplió su periodo de gobierno completo luego de la Revolución Mexicana. A ningún otro líder se le ha homenajeado de esa manera, ni siquiera a Lázaro Cárdenas. Puede ser que haya más calles, escuelas, parques, estatuas, etcétera, dedicadas a Cárdenas que a Obregón, pero el culto a la personalidad volcado en un mausoleo como el de La Bombilla quedó atrás.
Quizá el mayor mérito de Obregón fue la estabilidad republicana que se alcanzó con su paso por la Presidencia, y el mayor reproche es justo su reelección, considerando que el estandarte de No Reelección era el clamor inicial de la revolución. León Toral le cobró in situ su traición a la No Reelección; el abandono del lugar más los bañistas le han cobrado a la historia su factura. Obregón no merecía ese mausoleo, fue un presidente más, a lo sumo lo fue en un momento oportuno.
Pronto el orangután que gobernaba Venezuela reposará momificado en algún monumento tanto o más soberbio que el que estoy comentando. Con el paso del tiempo, la momia será ridiculizada por la historia, como ha ocurrido con el culto a la personalidad en todos los países comunistas.
Si en México no siguieron construyéndose mausoleos como el obregonista fue por la institucionalización de nuestros procesos políticos, a pesar de que los presidentes de la época dorada del PRI eran todopoderosos sexenales, o quizá justo por eso. Al final del gobierno de Manuel Ávila Camacho, su predecesor Lázaro Cárdenas era un expresidente más, no el poder tras el trono ni Lenin derribado por las masas iracundas. El no tener que rendir pleitesía a figuras poseedoras de la verdad absoluta permite avanzar en la historia.
El grotesco culto a la personalidad que ahora estamos viendo en el chavismo es la garantía de que continuará la confrontación y la polarización en la sociedad venezolana. Un día la tumba del monologuista será profanada, su estatua derribada, sus insignias escupidas. Si detrás de él no se diseca a otro primate, Venezuela habrá superado esta triste etapa; de lo contrario, ya conocemos el ciclo.
Puede ser que los mexicanos nos hayamos ido al extremo opuesto, sin embargo. Hoy es difícil pensar en siquiera un busto a un ex presidente. En Boca del Río derribaron una pequeña estatua de Vicente Fox en 2007, los funerales de Luís Echeverría, Carlos Salinas y Felipe Calderón tendrán que ser privados, imagino, porque tienen demasiadas facturas pendientes. Si Miguel de la Madrid tuvo funerales de Estado fue porque su nombre no polarizaba. Quizá nuestro reto ahora es generar el ambiente democrático para tolerar funerales de Estado y los homenajes sobrios que el cargo de Presidente representen. Ni más, ni menos.
@GoberRemes
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