Concluido el ataque de persuasiones, inicia la diplomacia.
La cohabitación del mundo lúdico con las reminiscencias de los extremismos ideológicos genera una sensación de realidad aumentada. Pero en la brecha entre la guerra fría y la OTAN se encuentran los programas de espionaje de la NSA revelados por Snowden, es decir, la oclocracia digital se encuentra a un clic de presenciar una nueva conflagración regional, y por lo tanto, global.
En efecto, más allá de las últimas aventuras de WhatsApp y Facebook, reaparece en los pronósticos de tiempo político, la conformación de un tsunami que puede cubrir a ambos lados de la frontera OTAN. Una región que supuestamente había sido devorada por la Historia.
De la crisis en Ucrania subyace un estado penetrado por la corrupción, las mafias oligarcas y por una simulación institucional. La Unión Europea y Rusia han forcejeado demasiado para vincular sus respectivas instituciones con las ucranianas; han estirado demasiado una cuerda muy frágil. Tanto, que los indicios de ruptura ya son incuestionables.
Desde México, la narrativa del amo y el esclavo se extrapola a través de una historia western, los pistoleros en contra de los dueños de la cantina. Julia Timoshenko, nos dice Angela Merkel, es una heroína que debe de regresar al poder ucraniano desde la presidencia, ni más ni menos. El problema es que 60% de la población en Ucrania, no la apoya porque le genera desconfianza (sondeo realizado por el Centro Razumkov 2010-2013). La desconfianza en ella proviene de cuatro ramificaciones:
1.Su imposibilidad de atemperar el retorno de Víctor Yanukóvich al poder.
2.Su incumplimiento de articular reformas en contra de la corrupción durante las dos ocasiones en la que ocupó el puesto de primera ministra (en 2005 y entre 2007 y 2010).
3.Su enriquecimiento personal no ha sido justificado frente a la sociedad, situación que ha generado dudas sobre su integridad.
4.No cumplió la promesa de acercarse a Europa.
5.Pactó con Víctor Yanukóvich controvertidos cambios constitucionales, por ejemplo, la abolición del cargo de presidente o la adopción de leyes que degradaron la calidad de las instituciones democráticas.
Es decir, de la revolución naranja ocurrida en 2004, y de la que la propia Timoshenko proviene, queda poca cosa. El nombre de Víctor Yushchenko, uno de sus protagonistas, ha quedado en archivo muerto. Su 5% de apoyo electoral que obtuvo en las elecciones de hace cuatro años, así lo confirma.
Del otro lado se encuentra Víctor Yanukóvich, el promotor que llevó a un grupo de francotiradores a los alrededores de la plaza Maidán, en Kiev, para cometer una masacre que costó la vida a un centenar de personas en el momento en el que él, con su otra mano, negociaba un acuerdo con los ministros de Exteriores de Polonia, Francia y Alemania para el adelanto de elecciones: un juego a dos manos que lo obligó a escapar de Ucrania para evitar un juicio en su contra. De ese fino error, provino el violento ruido del Kremlin. De esa masacre nació la crisis actual.
De la Historia ha salido proyectada la OTAN en el siglo XXI. Los parlamentos en Kiev y Simferópol (Crimea) han sido renovados durante las últimas horas, y ante ello, es imposible que haya una dirección consensuada. De ahí que el presidente Vladimir Putin haya decidido tomar el control militar de Crimea, es decir, invadió Ucrania sin mayor sonrojo soberanista.
En contra del fin de la Unión Soviética, el presidente Putin se resiste a no pensar en una Rusia imperial; azuzado por su victoria sobre Barack Obama en ajedrez geopolítico, durante el año pasado (Snowden, Irán y Siria), toma respiro para seguir cosechando victorias. Putin tiene los suficientes activos para contrarrestar las represalias con las que amagan Estados Unidos y la Unión Europea. La dependencia en la importación de energéticos de países como Polonia, le asegura los suficientes grados de libertad para actuar. También sabe que Obama no quiere entrar en otro conflicto bélico (la mala hoja de ruta por la que ha deambulado Kerry lo delata) y que la ONU y la OTAN se han convertido en simples metáforas.
En efecto, el presidente Putin ha ingresado a un laberinto con difícil salida. El repudio internacional comienza a hacer eco. Sin embargo, un Putin acorralado será más peligroso. De ahí que lo mejor es desear que la diplomacia funcione. Polonia y Alemania juegan un papel toral hacia el interior de la Unión Europea. Lo peor será atender al llamado del presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, John Boehner, quien calificó a Putin de “matón”. Obama se encuentra entre un Kerry debilitado y los republicanos azuzados por Sarah Palin, quien desde 2008 pronosticó lo que estamos viendo ahora. En aquella época, revistas como Foreign Policy se burlaron de su visión.