A más retrasada posición, menor precio solía invertirse en quien estuviera destinado a ocuparla.
Una lógica muy paradójica y por décadas perpetuada: que, si el futbol se ganaba por goles, el dinero había de gastarse en quienes los anotaban, como si quienes los evitaban no fueran igual (o casi) de importantes.

Así avanzaron los años y llegamos hasta el furor de fines de los noventa, cuando la Sentencia Bosman, más los nuevos contratos televisivos, elevaron exponencialmente las cifras de este deporte. Al abrir los dosmiles, dos traspasos millonarios por elementos de retaguardia insinuaron una variación de tendencia: el central Rio Ferdinand de Leeds a Manchester United y el guardameta Gianluigi Buffon de Parma a Juventus.

Sin embargo, poco se modificó el patrón y tan se sigue apreciando menos a los de atrás, que en la lista de veinte fichajes más costosos de la historia apenas figura alguien ajeno a zona de creación o definición: el zaguero holandés, Virgil van Dijk.
Acaso este verano sea el que marque la genuina revaloración de los arqueros: la transferencia primero del brasileño Alisson al Liverpool (63 millones de euros) y la que ya se da por hecho del español Kepa al Chelsea (80 millones).

¿Qué ha cambiado? En sentido tan estricto como práctico, nada. Lo mismo hoy los porteros ganan o pierden partidos como siempre.
Quizá una tendencia proyectada en el pasado Mundial: que quien se va adelante en el marcador suele terminar imponiéndose, lo que da un aura especial a ese único individuo capaz de mantener el cero. Nada definitivo, lo mismo seguiremos observando remontadas y el goleador se conservará en lo alto de ese ecosistema, pero cada que emerja alguien de guantes con tintes milagreros, ya se ve cómo se le retribuirá.

Kepa tiene juventud a la par de talento, precisamente los dos factores más considerados a la hora de desembolsar. A ellos se añade un tercero, que es la credibilidad del futbolista español. En días en los que desespera la inmovilidad del mercado por seleccionados mexicanos, la respuesta es dolorosa pero evidente: las promesas españolas de hoy están cotizadas gracias al gran trabajo de sus compatriotas que les precedieron.

Cuestión de nacionalidad que no aplica a la demarcación, porque si por los méritos de porteros del pasado fuera, desde siempre un gran cancerbero sería tan costoso como un gran artillero…, y eso hasta ahora comienza a suceder con los verdaderos responsables de que se ganen o pierdan los títulos, que son quienes se paran bajo los postes.

Twitter/albertolati

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *