Cuando el Real Madrid reventaba cada mercado veraniego adquiriendo a una de las máximas figuras del planeta (en años seguidos entre 2000 y 2004, Figo, Zidane, Ronaldo, Beckham, Michael Owen), vendió más que nadie y creció en términos de posicionamiento, pero ganó muy pocos trofeos.
Apenas la Champions League conquistada en 2002 tuvo en la cancha a dos de esos galácticos, al tiempo que los demás astros se fueron sin haber levantado el título más importante y con un buen caos detrás.
Quizá por eso, justo cuando Florentino Pérez se aproxima a su eterno sueño de parecerse en hazañas a Santiago Bernabéu (ahora que puede presumir cuatro de las últimas cinco Ligas de Campeones, tan cercano a las cinco seguidas del Madrid de Di Stéfano), se ha permitido aprender del pasado.
La lección es muy clara: los merengues han cambiado poco en los últimos años y no se han animado a treparse a un mercado desbocado en su inflación. Sí los dos clubes de Mánchester, sí el Liverpool, sí la Juventus, sí el Barcelona. No el Madrid pese a que, se entiende, tiene muchísimos cientos de millones disponibles en caja.
Este verano ha jugado al todo o nada, siendo un polo los cracks Neymar y Mbappé, y el opuesto puros fichajes inferiores inclusive a los 30 millones de euros. Renuente a enemistarse con las autoridades qataríes que operan el París Saint Germain (algo que, en su momento, sí hizo feliz con la Juve por Zidane, o con el United por Beckham, o con el Inter por Ronaldo, o con el Tottenham por Modric y Bale, por no decir con el Barça por Figo o con la selección española por Lopetegui), ha asumido un rostro sereno y paciente casi sin precedentes.
Su jugada maestra se consumaría si con lo que hay, aun con la partida de Cristiano Ronaldo, el Madrid hace una buena temporada: apostando a que Bale sea regular y no se lesione, a que Benzema eleve sus índices goleadores como parece, a que Asensio suba los escalones necesarios, a que el recién recuperado Mariano le funcione, a que ese mismo medio campo (Casemiro, Kroos, Modric), vuelva a ser por tercer año consecutivo el mejor del continente.
Jugada maestra, porque volvería a reinar, pero con los cientos de millones bien guardados, rindiendo en el banco y listos para el futuro. Entonces, sólo entonces, encontraría un camino más sólido hacia la venta de camisetas, derechos de televisión y llegada de más patrocinios: lo único que genera más recursos que fichar una nueva estrella, es poner una nueva estrella en torno al logotipo.
Puede pensarse que Florentino se cansó o que no ha sabido competir en la nueva realidad de jeques. Quizá, más bien, por primera vez ha hecho lo menos pensado: confiar en lo que tiene y aprender de lo que antes erró.
¿Austeridad o cálculo? La segunda, con un poco de resignación.
Twitter/albertolati
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