A Dulce María Sauri Riancho le tocó vivir el peor momento del PRI: la pérdida de la Presidencia de la República.

 

La yucateca era presidenta del tricolor cuando Vicente Fox –como lo prometió durante su campaña bajo las siglas del PAN– sacó al PRI de Los Pinos en julio del año 2000.

 

Sauri quiso renunciar al día siguiente de la derrota de su candidato presidencial, Francisco Labastida –le presentó incluso su renuncia a Ernesto Zedillo–, pero los propios priistas le pidieron que se quedara en el cargo para evitar un descontrol mayor al que vivían en esos momentos y evitar, sobre todo, que Zedillo impusiera a alguno de los suyos.

 

Y sí, la ex gobernadora de Yucatán permaneció al frente del partido hasta diciembre de 2002 (había tomado posesión en diciembre de 1999), fecha en que cedió los bártulos a Roberto Madrazo.

 

Sirva lo anterior para valorar las palabras de Dulce María –platicamos con ella ayer– en estos nuevos tiempos de crisis por los que atraviesa el Revolucionario Institucional.

 

Desde su perspectiva, lo primero es la decisión (del Presidente de la República) de quién va a dirigir el partido. Y en ese sentido, precisa, Enrique Peña Nieto “no puede decidir sólo en función del partido y/o de quién va a ser su próximo candidato presidencial”.

 

La renovación de la dirigencia, precisa –y pide notar la diferencia de conceptos en las palabras–, “tiene que ver con el equilibrio del partido en el Gobierno y el partido del Gobierno”.

 

Esto quiere decir, apunta, que el partido “tiene que dejar claro que no es el partido del Gobierno… Debe descarnar la presidencia del PRI del Presidente de la República”.

 

No menciona nombres de posibles presidentes del partido –sería como darles “el beso del diablo”, bromea–, pero sí advierte que el presidente nacional del PRI “tiene que ser un árbitro” y que “no va a tener un librito dónde leer, porque las condiciones de 2018 son inéditas”.

 

Se asemeja a lo vivido en el 98.- Para Dulce María Sauri, el momento y el ambiente por el que atraviesa el PRI –y el país– se asemejan un poco al de 1998. A saber:

 

-Había problemas económicos (en el partido y en el país). En 1998 apenas comenzaba a superarse la terrible crisis al inicio del sexenio.

 

-Era evidente el malestar social.

 

-El PRI venía de fuertes derrotas: en 1995 perdió Jalisco; en 1997 –la peor–, el Distrito Federal y Querétaro; en 1998, Zacatecas –un granero de votos priistas importante– y Baja California Sur.

 

Cinco gubernaturas al hilo en los tiempos zedillistas (más dos de la época salinista: Baja California y Chihuahua).

 

-Y una situación inédita. La de 1998: la separación del Presidente de la República del candidato del PRI, con todo lo que eso conlleva (falta de apoyo económico, principalmente).

 

La ex dirigente del PRI apunta las semejanzas, pero insiste en que si alguien piensa aplicar alguna de las recetas de 1982, 1988, 1994…, ¡se va a equivocar!, porque la situación es muy distinta. Inédita, pues.

 

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