No hemos logrado desterritorializar nuestra imaginación; vivimos en el paradigma de que existo lo que veo. En la educación primaria nos enseñaron a definir al libro como un Objeto No volador No Desterritorializable (ONVND). Nuestros queridos profes de primaria nos dijeron la soberanía termina donde no existen banderas de nuestra nación. Seguimos en ello.
Pensamos que los números no retratan a la realidad: una de cada 5 parejas se conocen on line; 3 de cada parejas gays se conocen on line; uno de cada 5 divorcios lo detona la atmósfera Facebook (ese país que ocupa el tercer puesto en cuanto a su población); si Wikipedia se despojara de su virtud, la intangibilidad, tendría 2.25 millones de páginas y el imaginario lector tardaría 123 años para consumir su contenido. No comprendemos que algunas universidades ya han dejado de distribuir cuentas de correos electrónicos a sus alumnos, ¿para qué, si las generaciones Y y Z coinciden en que la mutación al @ ocurrió desde hace algunos años.
Simulamos que la televisión nos piensa; que es más inteligente que nosotros; que es poderosa por que nuestro vecino la observa 6 horas al día; nos dicen que los lectores de noticias continúan ofreciendo credibilidad. Simulamos que es cierto. Nos enojamos con las televisoras como si viviéramos en la inercia del régimen comunista. Les aplaudimos. Solo mi amigo Manuel Álvarez cree que YouTube no se ha comido a MTV (y el impacto que conlleva sus externalidades es asombroso). Sí, el anuncio de VW en el que aparece un niño con los poderes de Darth Vader, fue visto por 37 millones de pares de ojos a través de la red social de la imagen a la carta.
En el pasado, los publicistas pensaban por nosotros gracias a su toque épico-emocional de la vida. Al desenchufar la televisión una espesa sombra de aburrimiento descansaba sobre nuestra cabeza. Uno de los mejores pensamientos publicitarios lo tuvo Nike al prender a toda la generación X: Tan fácil, “sólo hazlo”; no seas flojo. No seas haragán. Tus padres no pueden cargar contigo.
Las generaciones venideras también fueron creadas por ingenieros del marketing. Ahora, la @ es un pase mágico que trata de desterritorializar a la política, al futbol, al sexo, a la imaginación, a las banderas.
En realidad, la @ no puede hacer el milagro de hacernos pensar que podemos desterritorializarnos a través de un tuit. Tenemos el ejemplo de @ClouthierManuel, quien escribió el pasado fin de semana el siguiente mensaje: “El triunfo de Floyd Mayweather sobre el Canelo, fue mas fácil que cogerse a una borracha!”
Lo que quizá no sabe el señor @ClouthierManuel es que su carrera social o política, ha concluido. Desconoce que la palabras arrebatan el disfraz de la hipocresía. Después del linchamiento tuitero, @ClouthierManuel escribió: “Voy llegando de pesacar, veo el desmadre que se armó con un tuit mio! Pido disculpa a todos aquellos que pueden haberse sentido con el mismo”.
No sabemos el contexto mental en el que @Clouthier Manuel correlacionó la pelea de Canelo con “cogerse a una borracha”. Tampoco sabemos si @ClouthierManuel interactúa con borrachas. En realidad, es un asunto que solo le compete a él y a su círculo de amistades. Lo que sí sabemos es que @ClouthierManuel considera que la soberanía del país termina donde concluye su soberanía; mucho menos intuye que las redes sociales ahogan a las soberanías de la comunicación. Se trata de la existencia de una meta soberanía que se filtra por las pantallas. Así por ejemplo, sabemos que el 50% del tráfico de la web a través de teléfonos inteligentes, en Reino Unido, ocurre a través de Facebook. Derivamos que lo publicable en Facebook puede ser sujeto a análisis hermenéutico global, fisurando a la soberanía británica.
Ni modo, no hemos aprovechado el paso hacia la desterritorialización; acampamos en el zócalo de nuestros paradigmas para inmovilizarnos, y así, vivir en la felicidad.