Hábil, como pocos, para olfatear los negocios. Un administrador minucioso, absorbente y controlador. Un “micromanager” desconfiado que no delega autoridad en sus empresas. Pero sobre todo un empresario “sui géneris” que sabe leer las tendencias de los gobiernos y de sus políticos en turno y sacarles provecho.

 

Así definía hace tiempo a Roberto González Barrera un ex funcionario público y hombre cercano al llamado Rey de la tortilla, quien falleció el viernes pasado en Houston, Texas, después de que le fuera diagnosticado un feroz cáncer pancreático.

 

Mucho se escribirá seguramente en adelante sobre el empresario nacido en Cerralvo, Nuevo León, quien sin concluir la primaria fundó y consolidó a Maseca como el mayor productor de harina de maíz y de tortilla del mundo y llevó a Banorte a consolidarse como uno de los tres grandes grupos financieros del país.

 

Una historia empresarial de éxito -de las pocas que se pueden contar en el país basado en la meritocracia- para la que González Barrera desarrolló un olfato político excepcional que le llevó a tejer relaciones y a urdir estrategias de adaptación a los cambiantes escenarios de la política y de los gobiernos durante décadas en las que el paisaje político mexicano así lo imponía.

 

Uno de los últimos episodios que retratan las habilidades de adaptación de Roberto González Barrera tuvo que ver con aquel de la estatización de Monaca, su empresa de procesamiento de alimentos en Venezuela, decretado por el presidente Hugo Chávez el 12 de mayo de 2010.

 

González Barrera sabía que Venezuela era un mercado importante para el trigo y el maíz. Las famosas arepas -tortas de harina de maíz blanco- son un alimento tradicional del país caribeño y Monaca es líder de ese mercado. Por ello, González Barrera compró la empresa en 1999 y consolidó su presencia en Venezuela, junto a su otra compañía Demaseca, lo que ya le permitía controlar 34% del mercado de harina de maíz y 23% de harina de trigo. Pero González Barrera nunca confió en Chávez desde que asumió el poder y se dio a la tarea de buscar protección para sus inversiones en Venezuela.

 

Encontró que existe un tratado entre España y Venezuela que protege las inversiones españolas en Venezuela con cláusulas preferentes para los inversionistas españoles en caso de “adquisición forzosa” por parte del Estado venezolano, por lo que en 2002 creó una empresa española denominada Valores Mundiales de la que hizo depender a Monaca y así fortalecer su posición jurídica ante cualquier “locura” de Chávez.

 

Ocho años después su olfato político le dio la razón. Hacia finales de 2011 y después de proponerle al gobierno de Chávez una asociación empresarial para revertir la expropiación de sus empresas y mediando sus buenas relaciones con el gobierno de Felipe Calderón, González Barrera logró que Chávez desechara su decreto de expropiación. Un asunto nada ordinario en el gobierno chavista.

 

Esa notable capacidad política de “Don Roberto” -como le decían sus empleados- lo hacía indispensable y único en sus empresas. Era omnipresente. Estaba en todas partes. Lo controlaba todo en sus negocios hasta el más mínimo detalle.

 

Ahora el Grupo Maseca -y también los accionistas de Banorte- tendrán que aprender a vivir sin el férreo control y la confianza que infundía “Don Roberto”. Ese es, quizá, su mayor desafío.

 

samuel@arenapublica.com | @SamuelGarciaCOM | www.samuelgarcia.com

 

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