El primer golpe fuerte al narcotráfico que da el gobierno de Enrique Peña Nieto se produjo “sin disparar un solo tiro”, de acuerdo con la versión oficial. La captura de Miguel Treviño, el Z-40, y el anuncio oficial de su detención, confirmarían un nuevo estilo en la estrategia de la lucha contra los cárteles de la droga en la actual administración; si en el sexenio pasado a los capos se les abatía a tiros o cuando se les capturaba vivos se les presentaba de manera espectacular y mediática, en este gobierno las detenciones son distintas y las presentaciones también.

 

El contraste entre lo que se vio la noche del lunes, al anunciar la captura del líder de Los Zetas, y lo que se venía en el sexenio de Felipe Calderón es notorio y deliberado. A Miguel Treviño, considerado “uno de los delincuentes más peligrosos y sanguinarios”, lo presentaron sin esposas y sin chaleco, con un video de una rápida entrega a la SEIDO, con lo que de paso evitan sospechas de tortura o maltrato.

 

Lo que quiere el gobierno de Peña es contrastarse con los estilos polémicos y cuestionados de Calderón y su secretario Genaro García Luna, que solía usar estas presentaciones de presuntos capos y sicarios para dar un golpe mediático: delincuentes esposados, policías con capuchas y armas largas, cámaras, micrófonos, reflectores, pistolas y dinero sobre una mesa, ya fuera en un hangar o en una instalación federal. Toda una parafernalia mediática que incluso le costó al gobierno calderonista un golpe jurídico de la Suprema Corte de Justicia y un conflicto de diplomacia internacional con el caso de la francesa Florence Cassez.

 

Podría decirse que regresó el estilo del PRI: detenciones mucho más tranquilas, sin tiroteos ni balaceras, basadas más en la labor de inteligencia y que por momentos resultan tan tersas que hasta parecen estar pactadas.

 

El helicóptero que interceptó la camioneta pick up en la que viajaba el Z-40, según la versión oficial, era un Black Hawk artillado, que se maneja de noche y cuenta con geolocalizadores; es exactamente de los mismos helicópteros que se utilizaron en la captura y asesinato de Osama bin Laden en Pakistán. Es posible que el gobierno haya logrado introducir algún chip a la camioneta o alguno de los acompañantes de Miguel Treviño con el que lo estuvieron localizando y lo seguían desde hace varias semanas.

 

Las formas en que se detuvo a este peligroso narcotraficante y la manera en que se da a conocer la confirmación oficial, recuerdan otras capturas de capos ocurridas en la antigua era priista, como la de Joaquín Guzmán Loera, ocurrida en junio de 1993 en Guatemala, después de que lo liberaron de una detención previa en México. A Guatemala fue a recogerlo Jorge Carrillo Olea, entonces director del CISEN, y su detención y captura se hizo limpiamente: se lo entregó la policía guatemalteca esposado y en la caja de una pickup, sin aspavientos. Fue traído a México donde fue presentado a los medios en su traje color caqui, en el momento en que era ingresado al penal de Alta Seguridad en Almoloya.

 

Hay una anécdota de cuando detuvieron a Miguel Ángel Félix Gallardo, durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari y con Enrique Álvarez del Castillo como procurador y Javier Coello Trejo como subprocurador. La anécdota dice que tras verse copado por las autoridades, Félix Gallardo se entregó e hizo un pacto con el gobierno que le permitió incluso despedirse de su familia.

 

Guillermo González Calderoni, entonces brazo derecho de Coello Trejo en la PGR, contaría después cómo se pactó con Félix Gallardo y con otros capos capturados en aquella época su detención: que a cambio de una entrega sin violencia negociaban con las autoridades que respetaran a su familia y algunas propiedades y bienes.

 

En el caso del Z-40 no hay evidencias que apunten a algún tipo de negociación entre el capo y las autoridades, pero de que las formas contrastan con las del pasado reciente y se parecen más a las del pasado priista, no hay ninguna duda. Son otros estilos en la lucha contra el narco.

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