El viernes pasado el portal de El Financiero dio a conocer una sentida carta de despedida de sus propietarios mayoritarios, la familia Cárdenas Estandía (‘El Financiero ha sido nuestra vida’); a la vez que el nuevo dueño del diario especializado, Manuel Arroyo Rodríguez publicaba justo debajo una corta misiva sobre su llegada bajo el título, ‘El Financiero inicia una nueva etapa’.

 

Así, se concretó la transferencia de propiedad, largamente comentada en los corrillos periodísticos y empresariales, del diario económico de mayor trascendencia e influencia que ha tenido México en momentos en que la economía del país se sumió en una de las mayores crisis de su historia, mientras que el poder monolítico del PRI se resquebrajaba y surgía una enclenque democracia.

 

Su constructor, Rogelio Cárdenas Sarmiento, hizo de El Financiero una referencia del periodismo especializado en México no solo para las élites, sino sobre todo para las clases medias urbanas, para quienes los asuntos del empleo y del bolsillo son mucho más cercanos que aquellos derivados de la agenda de los políticos tan distante del interés ciudadano. Cárdenas Sarmiento leyó bien esas necesidades de su mercado sin detrimento de su compromiso periodístico y planteó un desafío ganador con el periódico a pesar de las enormes dificultades que ello le acarreó con el poder político en turno. Allí, en el vértice de hacer periodismo especializado de carácter e influencia con sustentabilidad y rentabilidad del proyecto, es donde El Financiero mantuvo su liderazgo por muchos años. Una filosofía del negocio periodístico tan incomprendida en estos días (hay que decir que el declive del diario se debió a cuestiones de gestión administrativa y a la larga enfermedad que padeció el propio Rogelio).

 

La seducción de un proyecto periodístico como El Financiero se engendró en sus páginas. Desde sus contenidos críticos y plurales de reporteros, articulistas, columnistas y editores que encontraron en ese reducto de la colonia Anáhuac un espacio de expresión independiente, profesional y propositivo.

 

Las primeras palabras de Manuel Arroyo Rodríguez, el flamante y joven propietario formado en las tecnologías de los medios audiovisuales, intentan recoger esa estafeta. “Un periodismo especializado que refiera y analice los detalles, que critique con ánimo constructivo y que también proponga soluciones; un periodismo que utilice la tecnología de vanguardia a nivel mundial y que esté a la altura del siglo XXI y de la revolución de las telecomunicaciones”, así es como define Arroyo a su proyecto.

 

El reto para él es enorme. El vertiginoso desarrollo de las tecnologías de la información ha creado soportes formidables para hacer llegar contenidos a mercados cada vez más segmentados y exigentes bajo modalidades tan diversas como un smartphone, una tableta digital, un televisor programable o un diario ‘boutique’ en papel. Sin embargo las millonarias inversiones que requiere la construcción de estas megavías de contenidos, significan mayor concentración del mercado en pocas manos privadas amenazando la calidad e independencia de los contenidos periodísticos que por allí se divulgan.

 

Por eso, en esencia, si la intención de construir credibilidad e influencia de Arroyo Rodríguez está en pie, enfrentará un reto similar al que tuvo Rogelio Cárdenas en su tiempo con aquel El Financiero que tanto se extraña.

 

samuel@arenapublica.com | @SamuelGarciaCOM | www.samuelgarcia.com

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