La libertad es un concepto incomprensible en aquellos que se obsesionan por la vida de los demás, dejando al vacío su propia vida. Algo peor, existen personajes que monetarizan sus obsesiones abyectas. Dieudonné M’bala es uno de ellos. Cuando el periodista Patrick Cohen criticó los chistes antisemitas del cómico, Dieudonné le respondió con una soflama elaborada para refrigerarla: “Cuando le escucho hablar, me digo, Partick Cohen… la cámara de gas… ¡Qué pena!”.
La libertad posmoderna conjuró contra la libertad condicionada de la época antecesora. Como una especie de zapping, el ser humano eligió a la carta el recorrido más veloz para sus palabras. La conciencia, comentaban, es la lámpara de la moral. Los creativos de la auto autoayuda se auto convencieron que el sujeto puede desarraigar su pensamiento de la masa. Como en McDonald´s, el servicio es personalizado y eficiente. En la transmodernidad la libertad se regodea en las redes sociales: efectos miméticos en tiempo real sobre sucesos polémicos aminorados por los retuits. De ahí que las miserias de Dieudonné se oferten en 43 euros (750 pesos) por persona. Bien los vale si sus chistes se colocan en 140 caracteres. Total, no pasa nada.
Frente a la carpa de la comicidad se encuentra lo que muchos suponen es la carpa seria de la política. Carpa seria, oxímoron pensado por los situacionistas. Síntoma del anatema espectacular de Guy Debord y del propio Lipovetsky; la mutación de las ideologías políticas hacia las carpas ha dado vida a Marine Le Pen. El ascenso del Frente Nacional (FN) azuzado por su papá Jean-Marie, ya no es sorpresa. Si el videojuego del valemadrismo llevó a Jean-Marie a un tête à tête con Chirac, en una segunda vuelta, aplastando a Jospin (el que para muchos franceses, vestía trajes desalineados no adquiridos en Ermenegildo Zegna), Marine es capaz de provocar el suficiente oleaje de estiércol para cubrir la torre Eiffel. Dieudonné M’bala lee los deseos de su querido público; Le Pen y su equipo demoscópico también leen lo que su mercado cautivo desea. Para le Pen, la fisura fronteriza es algo más que una amenaza. La libertad de checos, rumanos o polacos de llegar a place Des Vogues a tomar un café le provoca molestias en su piel. Algo peor, que sean ellos los que pelean un puesto de trabajo en France Telecom, puede resultar tóxico. Por ello hay que hablar de categorías de pieles. Según la etnia es el calificativo. La xenofobia instalada como herramienta ideológica para ser usada durante el bricolaje político. Anteriormente, las elecciones se ganaban o perdían desde el centro, ahora, todo indica que se arrasan desde los extremos. La retórica del buen político ya dejó de emocionar. Del radicalismo surge el apetito por el odio. Quien perdió el trabajo, quien sube al Metro y se encuentra a extranjeros, quien considera el euro como el cáncer en la bolsa del pantalón o quien simplemente no quiere conocer las externalidades de la Segunda Guerra mundial, simplemente puede ser un fan potencial de Dieudonné.
Dieudonné ya tiene su gangnam style antisemita. Así lo interpretan niños, adolescentes y supuestamente adultos. Dieudonné saluda con un brazo tendido hacia abajo y la otra mano sobre el hombro. Recientemente el jugador de futbol, Nicolas Anelka lo hizo después de haber anotado un gol.
Entre Dieudonné y Marine Le Pen hay un partido de por medio. Ambos actúan en carpas espectaculares. La política domina las encuestas de intención de voto en las que socialistas y conservadores cae súbitamente. El cómico, vende boletos. Ambos aprovechan la crisis de identidad. La política y la que corresponde a la tolerancia. Ser banal está de moda. De manera cíclica se presenta para sorprendernos. No es casualidad que las dos carpas convergen en una. El político cómico o el cómico político.
El inicio de este año Dieudonné tiene programada una gira por 21 ciudades francesas incluyendo la capital. El gobierno de Francois Hollande articula una estrategia para impedirlo. La libertad de expresión, asegura el cómico, no está en juego. Juego es todo aquello de nuestra vida banal.
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