Mientras los candidatos recorren el país con un enorme costal de promesas fútiles y lugares comunes de hartante vulgaridad y muy escasa imaginación; en tanto se trenzan en discusiones sin sentido en torno de las cifras lanzadas como anzuelos al aire por los más conspicuos encuestadores habidos y por haber y otras linduras de filosófica autoayuda (voy de frente y no me quito), en el interior del sistema el problema crece en silencio.

 

Hoy ya tiene dimensiones incontrolables e irremediables, según algunos. Su corrección implicaría voltear de cabeza toda la economía, reorientar la política fiscal entera y cambiar la concepción de la solidaridad social. Pero de eso nadie habla ahora cuando los verdaderos problemas nacionales se deberían debatir con profundidad y con seriedad, no como estrategias de campaña sino como verdaderos caminos de solución a urgencias mayúsculas cuya importancia excede las ambiciones de la coyuntura electoral.

 

Pedro Vásquez Colmenares, quien ha estudiado este problema durante más de un lustro, ofrece datos verdaderamente espeluznantes. Estos son los principales:

 

“Los pasivos por pensiones pública en el país, superar el Producto Interno Bruto nacional del año 2010. Si se suma la deuda pública (30% del PIB), los Pidiregas (5%); la deuda de los estados (2.5%), se observa una presión fiscal similar a la de Grecia o España; Portugal o Italia”.

 

Pero eso no es lo más grave. A este monstruoso volumen de dinero pasivo; es decir de deuda, se deben sumar obligaciones pensionarias de los estados cuyo monto nadie conoce. Hay una enorme opacidad en su ejercicio por lo cual quedan fuera de la contabilidad pública.

 

Este año se tiene considerado un gasto federal en seguridad social y déficit pensionario (el célebre Ramo 19) de 367 mil millones de pesos, pero por estar subprogramado podrá llegar al final del ejercicio con la nada despreciable suma de 430 mil millones de pesos.

 

El Ramo 19 crece de manera desproporcionada, más allá de la progresión geométrica. Es el tercer gasto nacional y aumenta 16% cada año. Las pensiones van a absorber uno de cada cinco pesos del dinero público. Así, el Ramo 19 será este año del 2.6% del PIB, pero en 2018, cuando termine su gestión quien resulte afortunado en las elecciones de julio, entregará cuentas con un agujero del 5%.

 

Pero todo esto ha tenido una evolución. Con la firmeza de una jacaranda cuyas raíces empujan los cimientos hasta dislocar el equilibrio de un edificio, las presiones del sistema (o anti sistema) pensionario –agravado por el envejecimiento de la población y el desastre administrativo de instituciones como el ISSSTE–, el moderno leviatán siguió su engorda.

 

Otros elementos en la incubadora de este enorme huevo de serpiente cuya cría ya anda entre nosotros son estos:

 

Los pensionados son cada vez más y viven más años y cobran durante más tiempo. Los jóvenes cuya aportación debería sostener esas rentas, consecuencia del ingreso al mundo laboral, son cada vez menos con lo cual se rompe el paradigma del Estado de bienestar cuya aspiración son los sistemas solidarios de reparto.

 

A esto se le debe agregar el problema de beneficios económicos sin respaldo, verdaderas chequeras sin fondos en medio de un festín populista donde todo mundo (hasta los municipios) inaugura un sistema pensionario a conveniencia de la alabanza política y el sindicalismo ofrece beneficios y beneficios hasta matar a las gallinas de los huevos de oro.

 

Con todos estos elementos en juego, y algunos más, entre 2007 y 2010, se creó un Fondo de Apoyo a la Reestructura del Sistema de Pensiones, al cual se le entregaron 102 mil millones de pesos. El resultado fue previsible: no hubo reformas.

 

Primero por la evidente ausencia de incentivos o condiciones para la autoreforma de los sistemas vigentes (en todo el país hay más de 100 planes públicos de pensiones cuyos pasivos ya montan los 3.3 billones de pesos); después por la reticencia de los sindicatos y los gobiernos estatales de cargar con el costo político de una corrección y luego por la facilidad con la cual se puede maquillar el problema (para eso sirven los discursos y los anuncios de cambios jamás realizables) y flotar como un cadáver mientras alguien más llega a repetir el modelo. Del dinero mejor no pregunto.

 

Dicho en pocas palabras: el déficit del sistema de pensiones (insisto, si a ese “desorganizado caos” se le puede llamar sistema) es actualmente del 101 del Producto Interno Bruto. Algunos llaman a eso una quiebra técnica.

 

Las instituciones donde este problema se agrava son éstas, principalmente.

 

Petróleos Mexicanos, la Comisión Federal de Electricidad, Ferrocarriles Nacionales, LyF; la Suprema Corte de Justicia y el Consejo de la Judicatura, el IMSS (como asegurador y como patrón); el ISSSTE, los gobiernos estatales y las universidades públicas.

 

El país, sin darse cuenta, ha perdido el segundo remolque, como ocurre con pavorosa frecuencia en nuestras carreteras, y la colisión final contra el autobús de la realidad en sentido contrario, es inminente.

 

Josefina Vázquez se ha dado otro tiro en el pie.

Su contundente afirmación sobre cómo decide el destino laboral de su marido, un señor de quien los electores no conocemos ninguna opinión en ningún sentido (bueno ni siquiera en el juego Barcelona- Real Madrid) y cuyas capacidades no estarán al servicio del Sistema Nacional Para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), llevaba implícita una condena autocrítica.

 

Cuando lo conmina a seguir trabajando para sostener a sus hijas y pagarles las colegiaturas (con los estímulos fiscales vigentes), da por sentada su inscripción fuera de la educación pública de cuyos frutos mejores ella se exhibe como autora y promotora. Para algunos hipercríticos esto sería la desautorización familiar de su propio trabajo así sus hijas ya estén creciditas y no vayan ni a la educación básica ni a la media.

 

Pero eso sucede extendidamente en el mundo de la alta burocracia. No ha habido un solo funcionario cuya salud se atienda gracias, por ejemplo, al Seguro Popular. Eso es para los proletarios, como las “monstruosas” universidades públicas.

 

Publica el santuario.org:

 

“Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota reventaron el debate presidencial convocado por Carmen Aristegui. Por medio de su cuenta de Twitter, Aristegui dio a conocer que sólo Andrés Manuel López Obrador y Gabriel Quadri han aceptado participar en el debate; Peña Nieto no ha respondido y Vázquez Mota respondió que sólo va si va Peña Nieto.

 

“Cabe recordar que Peña Nieto se ha negado con anterioridad a participar en más de los dos debates que organiza el IFE por ley”.

 

Publica El Universal”:

 

“La Universidad Iberoamericana recibió la cancelación de Enrique Peña Nieto para participar en el foro “Buen ciudadano Ibero”, al que invitaron a los cuatro candidatos a la Presidencia. Hasta el pasado jueves (19) tenían confirmados a Andrés Manuel López Obrador, para el 23 de abril; para el 24 a Peña Nieto; el 25; a Gabriel Quadri y el 9 de mayo a Josefina Vázquez Mota”.

 

Si bien el foro de la Iberoamericana no lleva el formato de un debate, se trata de un auditorio incontrolado en el cual puede haber espontáneos, reventadores o simplemente jóvenes agudos e inconformes. Y ante la duda, decía el sabio, abstente. Pero frente a tantas precauciones vale la pena preguntarse si la estrategia del PRI les dará el fruto anhelado.

 

En el caso de MVS, Peña habría ido inerme a servir de tiro al blanco para el crecimiento exponencial del “rating crítico”, para gozo y entrenamiento de sus opositores, uno especialmente. Habría caminado en territorio comanche. Y lo peor, sin necesidad.

 

Peña hoy debe trabajar no sólo como candidato del PRI sino pensando siempre en la International Campaign to Ban Landmines o cualquiera de las organizaciones anti armamentistas preocupadas por la utilización de minas terrestres. Todos los senderos por donde transite de aquí en adelante, como de alguna manera lo estuvieron desde antes, están llenos de explosivos.

 

Hoy la enorme ventaja en las encuestas se convierte para Peña en un riesgo mayor: durante cinco años lo han asediado precisamente por esa ventaja. Su mayor riesgo es cometer errores y los debates son campo propicio para el error, el dislate o la pierna hundida en el lodo… o la bota en la mina.

 

VERACRUZ

A pesar de haber ocurrido en una carretera federal, el gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, acudió presuroso a coordinar el auxilio de los heridos y deudos de los accidentados en el horrendo choque de Poza Rica cuyo saldo en vidas humanas espeluzna: 43 personas.

 

Si a eso se agregan los muertos en el choque también en un desprendimiento de la doble caja del tráiler en la carretera de Toluca hace unos días, la lenidad de la SCT en la vigilancia de las carretas agrega sangre a la contabilidad pasmosa de la violencia y la inseguridad provenientes de la delincuencia organizada.

 

Frente a la actitud del gobierno veracruzano y del gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, en su momento, contrasta la displicencia del secretario de Comunicaciones y Transportes, Dionisio Pérez Jácome (veracruzano de origen) de quien no se conoce ya no digamos una visita, sino siquiera una esquela por los accidentados en las peligrosas carreteras nacionales. Al parecer solo le importa atender en la secretaría a su cargo, los asuntos relacionados con el enorme negocio de las comunicaciones.