La semana pasada, anunciantes de todos los Estados Unidos se dieron cita en Nueva York. Las distintas cadenas de televisión realizaron su tradicional Upfront: su oferta de contenidos para la temporada de 2014 que inicia, en realidad, en 2013.

 

A mitad de esa muestra -donde esperanzados productores ven cristalizar su necesidad de espacio al aire y otros sufren por sus cancelaciones- dos noticias dominaron el cotilleo.

 

Una fue el retiro, al acabar la siguiente temporada de series, de Barbara Walters de la televisión diaria. Luego de 52 años al aire, Walters decidió que era momento de dejar los espacios a gente más joven... de los 40 para arriba.

 

En ese 1961, no sólo Walters comenzó su carrera, sino que es la fecha de fundación de la que ahora es la cuarta cadena con mayor número de espectadores.

 

Univisión.

 

Creada primero como una minicadena con estaciones enclavadas en ciudades con muchos mexicanos, la Spanish International Network de los 60 ha crecido en todos sentidos: audiencia, anunciantes, influencia y problemas. Con una deuda enorme, la cadena hoy tiene una influencia que los políticos norteamericanos aún no descifran. Es el misterio latino que hace de las novelas de Univisión productos más exitosos que las series norteamericanas; que personajes como Don Francisco aún existan y que sus televidentes aún vean los programas de la forma tradicional y no con la utilización de grabadores inteligentes.

 

La televisora es el principal bastión de Televisa en los Estados Unidos. Las novelas y los programas de concurso más exitosos se transmiten en Univisión. De hecho, mientras que Telemundo -su principal competidor- invierte grandes cantidades de dinero en la producción de seriales dramatizados, Univisión triunfa con lo que importa del canal de las estrellas.

 

Pero no todo es albricias para la cadena. Televisa vive de una simbiosis con Univisión pero el éxito es agridulce.

 

Desde los 80, Televisa vive con el propósito de que la empresa viva de su mano. Trató de comprarla bajo la naturalización de Emilio Azcárraga Milmo en el 86 y fue contraproducente: la mitad de los empleados huyeron para crear Telemundo en rechazo al Tigre y a su alfil, Jacobo Zabludovsky.

 

Fue adquirida por Hallmark y crearon figuras que, hoy, son de talla latinoamericana como Cristina Saralegui, María Celeste Arrarás o el propio Don Francisco. Pero al regreso de Televisa dentro del comité de control, se fueron deslavando hasta ser lo que hoy son.

 

Los pleitos económicos y de control en Univisión terminaron por la salida de los socios de los 90 de la familia Azcárraga y la adquisición de los activos por Saban, los mismos que se hicieran de nombre en los medios por producir la famosa serie infantil The Power Rangers.

 

Ahora, la bonanza de Univisión se refleja en su influencia política. En el interés de personajes como Marco Rubio o el propio Obama en los seguidores de la propuesta televisiva. En la intención de Robert Rodríguez de poner un canal de televisión de paga en coproducción con la cadena. Es el crecimiento de Jorge Ramos como parte de la comentocracia norteamericana.

 

Pese a todo, lo que sostiene a ese monstruo latino televisivo son las lágrimas de Victoria Ruffo y los besos de Fernando Colunga.

 

Algunas cosas no cambian en más de 50 años. Palabra de Barbara Walters.

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