Con el lenguaje personal se mide el estado que guarda nuestro cerebro; con el de Twitter se revela el calendario por el que transita nuestra visión de vida. Sabemos que hoy es martes 6 de agosto, pero la realidad es otra. Los habitantes del planeta Tierra viven en múltiples años. Y es que la obsesión por obedecer a los imperativos del calendario nos ha provocado ceguera. Simplemente se requiere una visita por Twitter para saber que hay quienes insisten en dialogar con la semántica del siglo pasado; optan por la retórica del absurdo. Los significados que hace 20 años removían sentimientos y sensaciones, hoy son imperativos de la nada, por no decir del aburrimiento.

 

Hace 25 años, la acción de fotocopiar un libro tenía una acepción vinculada con la correlación ingreso/estudiante. Si los profesores sólo pedían a sus alumnos estudiar dos capítulos de un libro integrado por 20, la decisión óptima que subyacía a la capacidad de ingreso de un estudiante era lógica: fotocopiar los capítulos. En 2013 dicha acepción ha desaparecido a pesar de que la vida loable del hacker sea llevar toda la información disponible a todos aquellos que la necesiten. Algo más, la teoría de la eficiencia de los mercados marca como condición necesaria la de extender a todos los tomadores de decisiones, toda la información disponible. Al final del día, los precios de las acciones asimilan y transparentan toda la información relativa a ellas.

 

Bradley Manning, Julian Assange y Edward Snowden trastocaron los sistemas de comunicación gubernamental. Washington mantendrá sin servicio, durante toda la semana, la mayoría de sus 22 sedes de representación en el exterior que no abrieron el domingo pasado ante amenazas que circularon a través de sistemas electrónicos de comunicación, como WhatsApp, Twitter o correos electrónicos. El suceso ocurre en el momento en que se reconfiguran las leyes para dar lectura legal al mundo Wikileaks y sus circunstancias. No hay casualidad en los cambios de comunicación por parte de Washington. En el mundo anterior a Wikileaks (a.W) no era fácil convertir en información pública la tradicionalmente encriptada.

 

Hoy sabemos de casos similares al de Watergate cada semana. En el periódico español El Mundo, Barry Sussman, editor de The Washington Post y jefe de Bernstein y Woodward (al inicio de los 70), escribió un artículo el pasado domingo en el que compara lo que sucede con el caso Bárcenas (financiación ilícita del Partido Popular) con el Watergate. El fraseo de las excusas republicanas, en aquella época, escribe Sussman, rondaban en la supuesta alianza entre The Washington Post con el opositor demócrata del presidente Nixon: George McGovern; ahora, el aliado de El Mundo sería Alfredo Pérez Rubalcaba.

 

Si lo anterior lo traducimos al lenguaje Twitter, la semántica es la misma, lo único que cambia es algo que los filósofos contemporáneos tratan de diseccionar: la inmediatez por el interés público.

 

Nunca antes la comunicación había sometido a las leyes de la física como lo hace ahora, claro, con aliados tecnológicos que antes sólo se veían en las películas de James Bond. La demografía política se ha dado cuenta que sus sistemas de comunicación tradicionales sufren de una insurrección de las redes sociales.

 

Los escáneres han mutado a 140 caracteres sencillos y al parecer inocuos. Nunca antes el anónimo votaba en las elecciones oclocráticas (Twitter); nunca antes la fuerza del pensamiento se perfilaba en la inmediatez. Los nuevos silogismos requieren de nuevos lectores: los anónimos inmediáticos tienen poder en la era d.W.

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