Hace apenas unos días, la minorista más grande de ventas online en el mundo, Amazon, registró la patente de objetos digitales para mercado secundario, un método que permite intercambiar contenidos como libros, música, videos y aplicaciones ya consumidos por un primer comprador. En otras palabras, Amazon es dueño de la patente que permite comprar contenidos digitales de “segunda mano”. Sí, suena raro, pero la empresa, que en diferentes momentos de su historia ha dejado constancia de ser visionaria, estima que existe la posibilidad de que como ocurre en la vida real, un usuario quiera consumir un contenido del que ya se ha hecho uso pero todavía “permanece en buen estado”.

 

La empresa de hecho cuenta ya con un servicio que apunta en la dirección de lo que hace algunas semanas patentó: a través de su tienda de libros electrónicos para su lector Kindle, un usuario puede comprar un libro de “segunda mano” por periodo limitado, mismo tiempo que desaparece del aparato del comprador original.

 

Si Amazon decidió bien, podría haber hecho una jugada maestra pues no sólo activaría un negocio en el que tiene muchas posibilidades de ser exitoso por la gran cantidad de contenidos digitales que vende (libros, lo más emblemático), y el tremendo potencial que esto podría representar en términos de intercambio de contenidos entre usuarios, sino haría que todo aquel que ingrese en el mismo mercado deba pagarle regalías por el uso de su patente.

 

El negocio de las patentes tecnológicas no termina ahí. Por mencionar algunos casos, otras empresas de tecnología como Microsoft, por ejemplo, ingresan importantes cantidades de dinero a sus ganancias por concepto de patentes utilizadas por terceros o bien por tecnologías exclusivas y también patentadas como la hoy muy conocida de detección de movimiento que da vida a Kinect, su popular sensor para el videojuego Xbox. Google, por ejemplo, al adquirir el negocio de teléfonos móviles de Motorola se hizo también de una buena cantidad de patentes de la empresa de telecomunicaciones, ahorrándose de paso una buena cantidad de dinero que de otra forma habría tenido que pagar por su uso.

 

Las patentes son básicamente la consecuencia de ver valor en la inversión en ciencia y tecnología y destinar cantidades importantes de dinero a la investigación y desarrollo de las mismas. México es un país que durante las últimas décadas se ha ubicado en niveles muy bajos de inversión en ciencia y tecnología, situación que el gobierno actual pretende cambiar con su anuncio reciente de incremento en el monto destinado a ese rubro. Ojalá que ese dinero sea bien encaminado y pueda hacer de nuestro país un lugar de generación de conocimiento que dé, entre otras cosas, salida a patentes como las descritas. Porque de que son un buen negocio, no queda la menor duda.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *