Dos errores de la Unión Europea fisuran el proyecto político más exitoso del siglo pasado. Chipre y Hungría o, si se prefiere, las apologías sobre el miedo y el racismo. Ambos sentimientos carcomen el aparato social de la Unión Europea.
Detonó el miedo en el corazón de la sociedad chipriota la oscura idea de crear un corralito para los pequeños ahorradores. Sacar (robar) dinero de donde sea posible para remediar las malas decisiones de políticos chipriotas. Esa fue la instrucción de Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, uno de los tres pies de la troika, eje toral por el que pasan todos los salvamentos económicos en la Unión Europea. Quien dio el visto bueno de la instrucción meta constitucional fue la canciller Angela Merkel. Al parecer, los especialistas macroeconómicos no midieron la propensión hacia el consumo y la elasticidad de varios precios entre los pequeños ahorradores chipriotas. Finalmente, el impuesto al ahorro se aplicará sólo a aquellos que tengan en el banco más de 100 mil euros (un millón 700 mil pesos), sin embargo, el error y el miedo quedaron sembrados en el campo social de Chipre. Y a todo esto, una pregunta flota en el ambiente político chipriota: ¿Y el primer ministro Nikos Anastasiadis qué papel jugó en la torpe decisión?
Bajo la premisa mediática de que tensión genera atención, en éstos días pocos quitan la mirada sobre Chipre dejando a un lado los apetitos xenófobos de Viktor Orban, primer ministro húngaro que en sus actividades oficiales no deja de proponer (y aprobar dado que su partido tiene mayoría en el Congreso) leyes que demeritan la cohabitación social en su país pues restringen libertades, violan la independencia judicial y acosan a las minorías. Supongo, que en su vida privada, Viktor Orban se regodea bajo ambientes xenófobos. Así lo demuestran algunos de sus tics públicos desplegados, qué mejor, en una gala de premios. La semana pasada Orban entregó un premio especial a un periodista que clasifica a los gitanos como “no humanos”; a un arqueólogo que no se cansa de sostener que los judíos eran traficantes de esclavos en la Edad Media; y a un grupo de rock que toca en los desfiles del partido nazi Jobbik.
La troika, ensoberbecida, subestimó a los chipriotas. En efecto, su PIB representa el 0.13% de los 27 países de la UE (17 mil 8878 millones de euros en 2012). Sus activos bancarios en enero de 2013 ascendían a 126 mil 400 millones de euros, 7.1 veces más que su PIB (la isla se mueve alrededor de los bancos; en Alemania, la relación es 3.1 veces; en Francia 4.2 y en España 3.3). Las hipótesis sobre el “error” de intentar imponer un impuesto al ahorro sin discriminar ingreso o tasa de ahorro concluyen en una especie de laboratorio: ¿Qué pasaría si el gobierno de Rajoy implementara un impuesto al ahorro?
El domingo 17 de marzo, unas 5 mil personas salieron a las calles de Budapest para denunciar lo que consideran es un ataque al Estado de derecho por parte del Gobierno conservador a través de sus recientes enmiendas a la Constitución, entre las que sobresalen: penalizar a los que viven en las calles, prohibir la publicidad electoral en medios privados durante campañas, considerar como “base de la relación familiar” exclusivamente al matrimonio heterosexual e imponer un “contrato estudiantil” a todos aquellos que se beneficien de becas del Estado para que se comprometan a trabajar en Hungría durante ocho años durante los 20 años posteriores a la finalización de sus estudios.
La indolencia y el odio son dos de las múltiples externalidades del poder político. Hungría y Chipre son ejemplos del momento.
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