La crisis ambiental que vive el Valle de México es el resultado de las decisiones metropolitanas de los últimos 15 años. Estalló en esta administración, pero se sembró tiempo atrás.
Un gobierno de izquierda que había usado los primeros tres años (1997-2000) para poner orden tenía la oportunidad de replantear un tipo de movilidad diferente. Pero no lo hizo. Apostó por la cultura del auto, aquella que minimiza al peatón y al medio ambiente.
Ahora que Morena quiere volver a gobernar la Ciudad de México (porque no olvidemos que sus líderes ya la gobernaron. Ya tuvieron su oportunidad), debemos recordar cuáles fueron sus acciones.
Dividámoslas por temas e, independientemente del acierto de algunos de sus programas sociales, como las de apoyo al adulto mayor y los útiles gratis, para garantizar la educación básica, los proyectos urbanos dejaron mucho que desear.
Cuando se introdujo el Metrobús se hizo al aventón. No se planificó. Ni siquiera se realizaron las obras que se requerían para que funcionara adecuadamente.
El proyecto era más una acción electorera, que pretendía callar las críticas por la construcción del segundo piso del periférico.
Recuerdo una entrevista que realizaron a Paulo Custodio, uno de los asesores del proyecto Transmilenio, de Bogotá Colombia, allá por el 2004, en el diario Reforma.
Estas eran sus palabras: “Viví en México y creo que este problema del segundo piso es más político que de transporte”.
“Ese proyecto no tiene una intención de solucionar sino de ganar votos. Es contradictorio que quien construye un Metrobús, al mismo tiempo realiza obras como segundos pisos, sólo por tener éxito social”.
Eso fue la política de movilidad en la CDMX del 2000 al 2006, una serie de acciones sin pies ni cabeza que buscaban éxito social traducido en votos.
Cuando se construyó el segundo piso, las críticas eran porque se hacía una obra que incentivaban el uso del automóvil. La ecuación era simple y básica: A más concreto, más autos.
La propuesta era construir más Metro, más Metrobús. Pero con redes planificadas y siguiendo un plan maestro. Pero no sucedió así. Se construyó un segundo piso para beneficiar a los automovilistas y pintaron en el asfalto algo que llamaron ciclovía y que les costó 100 millones de pesos para simular el apoyo a los ciclistas. De esta última obra queda poco. Una parte se acabó cuando se reencarpetaron calles y avenidas, o con el desgaste del tiempo.
Recordemos cómo a las semanas de inaugurado el Metrobús, se hicieron hoyos en sus carriles, se reventaron las barras de confinamiento, los tornillos estaban salidos y provocaban accidentes por ponchadura de llantas, hasta que Alejandro Encinas, reforzó el carril del Metrobús con concreto y puso barras adecuadas de confinamiento.
Gastaron doble. Era tan malo el diseño de las estaciones que durante la administración de Marcelo Ebrard, se rediseñaron y arreglaron. Y son las que tenemos hasta ahora.
El mal chiste
Tan no se planificaron las obras, que cuando se inauguró el segundo piso del periférico, las salidas y entradas eran de un carril. Pero como se saturó en su primer día ¡le pintaron otro!
Iban parchando las obras conforme pasaban los días.
Y así, podemos analizar contabilizar cuántas obras o proyectos tuvieron como eje central al peatón. Llegaremos a la conclusión de que durante los años que ha gobernado el PRD (una parte ahora es Morena), el rey fue el automóvil.
