Una pregunta le da la vuelta al mundo: ¿Dónde quedó la sonrisa de Obama? El entorno navideño quizá le colocó una sobre su boca; sin embargo, la naturaleza del Obama de hace cinco años no es la misma a la de hoy. Normal pero a la vez preocupante. ¿Qué le sucedió?

 

La teoría de Fukuyama se estrelló con las prácticas de Obama. Sin confianza, el gobierno de Estados Unidos queda vulnerable ante el clima ideológico del mundo; de lo anterior da fe la creación del G-E o G-0, Grupo de los Espías (G-E), o si se prefiere,  bienvenidos al gobierno de la desconfianza (G-0). En el laboratorio de experimentos políticos y económicos, el doctor Fukuyama descubrió que el único incentivo que genera la creación de empresas globales (antes, multinacionales) es la confianza. La correlación era clara, mientras mayor es la confianza entre los integrantes de una sociedad, ésta generará empresas transculturales. Escenario idílico en el que la política también se beneficia. La ecuación es clara: más confianza en la política equivale a mayor participación civil.

 

Para Obama, su momento de gloria quedó almacenado en las nubes de Google y en los viejos mensajes de su Blackberry. Pocos recuerdan del atrevimiento inusual de quien le obsequió el Nobel de la Paz. Frente a Wikileaks y los documentos filtrados por Snowden, el galardón mutó a un estadio pirata. De lo anterior da fe la demoscopia que sumerge a la imagen del propio presidente a escenarios no imaginados en 2008. Tantos, que el Tea Party puede convertirse en una kermesse infantil junto a las grietas que representa el espionaje.

 

En el hipotético mundo ingrávido e intangible, la NSA va tomando color y peso. La Agencia de Seguridad Nacional cerca al presidente Obama en cada ocasión en la que The Guardian o The New York Times publican los nombres de los operativos de inteligencia bélica que surgen de la propia agencia. Mientras tanto, en Moscú, Edward Snowden ha convertido los archivos que lleva bajo el brazo en enormes matrioskas, de las cuales, cada vez que revela el contenido de algún programa, en su interior existe otro por revelar muy pronto. Ayer tocó turno a Quantum, nombre de un operativo inteligente encargado de destruir datos. Se trata de una especie de drones cibernéticos que, sin necesidad de la existencia de internet, actúan como si la tuvieran. México, Rusia y China, los blancos perfectos.

 

Los países espiados desfilan uno a uno. Obama tuvo su primer enfrentamiento con México durante el sexenio del presidente Calderón.

 

Remontarse a la época de Patricia Espinosa como canciller es confrontarse con el enojo que le produjo al entonces presidente toparse con documentos cuyos adjetivos negativos circundaban al Ejército. Quienes vieron a Calderón una tarde de 2010, reconocen que sus gestos eran particularmente anómalos. El punto y aparte de aquella historia concluyó con la salida del embajador Carlos Pascual el sábado 19 de marzo de 2011. Entre el 3 de diciembre y su adiós, Barck Obama se reunía con Hillary Clinton para maquinar una estrategia aterciopelada por amigable, que lograra convencer al presidente Calderón sobre la inexistencia de cualquier tipo de discrecionalidad en los guiones que fueron revelados por Wikileaks. Patricia Espinosa solo recibía indicaciones. Entre ella y el presidente Calderón se movían varios círculos de influencia, como lo fueron el general Guillermo Galván Galván quien propuso decretar “estado de excepción” en varias regiones del país (el tema lo habló con Dennis Blair, director de Inteligencia Nacional). A su favor jugaron las palabras del entonces subsecretario de Gobernación, Gerónimo Gutiérrez quien, de acuerdo con los documentos de Wikileaks, hizo alusión “al riesgo de perder el control de varias zonas del país”.

 

El secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, reventó la idea de Galván Galván. Pero el auténtico motivo del enojo de Felipe Calderón fueron las críticas emitidas por la Secretaría de Estado sobre la debilidad del Ejército.

 

De diciembre de 2010 a marzo siguiente, la confianza del presidente Calderón sobre el embajador Pascual se fisuró. La única salida de la crisis era la también salida del Pascual.

 

Es posible que mañana el presidente Obama anuncie cambios en los alcances de la NSA. La moneda está en el aire. Mientras no lo haga, las filtraciones de Snowden continuarán minando al despacho oval. Y el mundo, claro, presenciando el G-0.

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