El discurso de algunos gobiernos en América Latina sigue obsesionado con los viejos dogmas, como la obligación del Estado sobre “el reparto de la riqueza” y aquello de que la creación de los empleos y el dinamismo de la economía es un compromiso que deben asumir los empresarios. Nada más equivocado.
Sin embargo, estos viejos y ya enquistados engaños en la cultura política de nuestros países -convertidos en sutiles “verdades” en los discursos públicos- sólo ocultan la vehemencia con la que los políticos siguen reclamando el estado rector de la economía y -curiosamente- dejando de lado sus responsabilidades de políticas públicas para generar empleos.
Ayer estos discursos volvieron a aflorar en la reunión de la Alianza del Pacífico que se celebra en Cali, Colombia, y que congrega a cuatro de las economías latinoamericanas más comprometidas con el mercado y el libre comercio. Dice EFE:
“Los empresarios de los países miembros de la Alianza del Pacífico asumieron hoy el reto de crear empleo y generar prosperidad en una región dispuesta a profundizar en la integración, bajo el paraguas del libre comercio, pero con grandes desigualdades sociales… El anfitrión y ministro colombiano de Comercio, Industria y Turismo, Sergio Díaz-Granados, invitó a los 400 hombres y mujeres de negocios congregados en Cali a que asuman un papel dinamizador.
“Lo más importante en este proceso son ustedes. Los gobiernos creamos los marcos legales pero las páginas empresariales están todavía en blanco, son ustedes, con su capacidad empresarial y de emprendimiento quienes deben llenarlas de prosperidad y empleo para América Latina", dijo Díaz-Granados, según relata EFE.
La Alianza del Pacífico es un acuerdo que abre la oportunidad de un mercado económico integrado en estos países para aprovechar las ventajas que ofrecen las dinámicas economías asiáticas que conforman la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) conformadas por Malasia, Singapur, Tailandia, Birmania (Myanmar), Indonesia, Filipinas, Vietnam, Brunei, Camboya y Laos, y que en conjunto representan no sólo la quinta economía del planeta sino la de mayor vigor y proyección de crecimiento.
Pero para que este potencial de crecimiento y desarrollo se cristalice, nuestros gobiernos y políticos latinoamericanos tienen que enfocarse en lo que les compete y dejar de estorbar en todo lo demás.
Dijo bien el ministro colombiano que los gobiernos crean los marcos legales, pero se quedó corto. Deben contribuir con instituciones creíbles, hacer que se cumplan las leyes a secas, resguardar la seguridad pública, invertir recursos públicos en infraestructura de punta, y asegurarse que la población cuente con una educación de alta calidad. Nada de esto se puede ratificar aún en México.
En lo demás, los gobiernos deberán asegurarse de no estorbar la creatividad individual de jóvenes y adultos, la multiplicación de la meritocracia en el sector privado y público, el emprendimiento y el flujo de los recursos hacia los proyectos productivos.
Pero los empresarios no son los llamados a firmar compromisos para generar empleos o dinamizar la economía. Éstos se crean cuando existen condiciones legales e institucionales para la inversión, y es allí donde aún abundan los rezagos en México y en gran parte de la América Latina.