Difícilmente alguien podrá oponerse a una política de gobierno como la que puso ayer en marcha Enrique Peña Nieto. “Erradicar el hambre… combatir la desigualdad… ayudar a los que menos tienen… llevar bienestar y desarrollo a los más pobres”, todas son frases, premisas de sobra escuchadas y conocidas por los mexicanos, repetidas sexenio tras sexenio, y que sin embargo, dolorosamente, no dejan de perder vigencia en el país.
¿Quién no quiere que se saque a los pobres de su pobreza? ¿Quién no quiere que se alimente a los hambrientos de este país? ¿Quién se puede oponer a que los programas sociales por fin funcionen y dejen de llevar dádivas y asistencialismo para llevar realmente desarrollo e ingreso a los más pobres?
Visto de ese modo no hay nada que cuestionar al discurso de ayer del Presidente y, por el contrario, cualquiera se sumará a una cruzada tan noble y loable. Cuestión de ver los resultados de la estrategia social puesta en marcha y juzgar a partir de eso su efectividad o su fracaso. Pero, y siempre hay un pero, el único problema que enfrenta el discurso de ayer de Peña Nieto es un asunto de credibilidad. Justo el mismo día que el mandatario iba a Chiapas, a la zona zapatista, a ofrecer sacar de la pobreza alimentaria a 7.5 millones de mexicanos en 400 municipios más pobres, el IFE daba a conocer que en la revisión de los gastos de campaña del candidato Peña hubo excesos y se rebasaron con mucho los gastos permitidos.
Versiones periodísticas que citaban información de la Comisión de Fiscalización, que estaría por emitir su fallo en las próximas horas, afirman que el rebasamiento de topes de campaña pudo ser hasta de 100 millones de pesos en la contratación de publicidad y espectaculares, y que 50 millones de pesos más, pagados a través de las tarjetas Monex a promotores del voto priista, podrían engrosar la cifra de gastos ilegales y no reportados por el PRI y su candidato presidencial.
La pregunta es cómo alguien que tan fácilmente incurrió en el dispendio del dinero público hoy llama a optimizar esos mismos recursos para atender a los que tienen hambre en el país. ¿No era la misma responsabilidad como candidato presidencial cuidar el gasto del dinero público y evitar el despilfarro y la violación de los topes de gasto en su campaña? ¿No sabía entonces Peña Nieto que en este país de 112 millones de habitantes, donde tenemos al hombre más rico del mundo pero también la miseria más extrema, había hambre y necesidades apremiantes de millones de personas?
Si lo sabía, debió observar un comportamiento más congruente y austero en su campaña y no incurrir en el derroche que hoy está a punto de documentarle el IFE y que le costará una sanción económica a su partido. Si no lo sabía, la ignorancia no lo exime de su incongruencia y falta de responsabilidad.
Bien por las políticas públicas que se propongan en serio abatir la pobreza y sacar de la miseria, económica y alimentaria, a millones de mexicanos, aunque el discurso de tan repetido esté gastado. Mal por la falta de congruencia de quien derrochó el dinero público y hoy llama a cuidarlo en beneficio de los más pobres.
NOTAS INDISCRETAS… Ave de tempestades, Calderón sigue desatando polémica con su llegada a Harvard. Si bien el tema no ha pasado de la dirección de la Escuela de Gobierno y no es algo que permee en el ambiente estudiantil, las reacciones de mexicanos que piden su salida de la institución educativa son cada vez más airadas, como la de Héctor Vasconcelos, ex embajador de México en Noruega, Dinamarca y Finlandia, y quien ayer envió una carta al director de la escuela Kennedy en la que pide retirar la invitación al mandatario mexicano o amaga con devolver el título que obtuvo en esa Universidad por un asunto de principios… Donde la transparencia se pasó de clara es en el IFAI, donde ayer en la toma de posesión del nuevo comisionado presidente, Gerardo Laveaga, salieron a relucir las inconformidades y acusaciones sobre el proceso de elección. El comisionado Ángel Trinidad de plano no se aguantó y censuró al nuevo presidente a quien llamó “perezoso e inexperto” además de censurar el voto de sus compañeras Sigrid Artz y María Elena Pérez-Jaén. Una de dos, o el comisionado Trinidad está comprometido con la transparencia a todo o no sabe perder… Los dados mandan Serpiente. Mal tiro.