Para unos el cuerpo es el hardware al que se le debe introducir datos con información de sabores, aromas, sensaciones, dolores y placeres, además de adornarlo con todo tipo de objetos. Es lo que media entre el mundo material e inmaterial, el vector que nos coloca en el mundo. Otros lo ven como una zona frágil a las tentaciones, vistas como dañinas para aquellos que siguen una búsqueda espiritual. Desde esta segunda perspectiva el materialismo contemporáneo es una vida a la que hay que huir como la peste. En el bosque no se encuentran las tentaciones que ofrecen las calles de la metrópoli. Entonces, ¿cómo son los ascetas actuales? ¿Cómo viven los ascetas chilangos en este oasis de tentación?
Uno de los devotos del templo Krsná de la colonia San Miguel Chapultepec dice que le resulta muy complicado viajar por la ciudad porque casi en cada esquina hay un puesto de tacos al pastor o los espectaculares te ofrecen al alcance de la vista a mujeres hermosas en lencería, situación de la que él escapa con ayuda de sus filosofías védicas que le recomiendan no comer carne, no tener sexo más que para reproducirse, no comer huevo y dedicar toda su conciencia en liberarse del apego y los deseos que nos hacen reencarnar una y otra vez en esta dimensión.
En el Bhágavata-purana, texto del siglo XI, Krisná es el Dios de todas las cosas y que adoptó un cuerpo humano para nacer y morir en la Tierra. Sus enseñanzas llevan a la perfección espiritual y a la felicidad eterna, dicen sus devotos en todos el mundo. De acuerdo con los textos védicos hay cuatro actividades que todo ser vivo realiza: comer, dormir, defenderse y reproducirse, pero el hombre es el único tiene la conciencia, la capacidad de entender su posición en el mundo la cual debe desarrollar para no quedarse en un nivel de animal sofisticado.
Cómo se actualizan sus consejos en las calles de cualquier cosmópolis cuando éstas son el espacio de compra-venta del deseo. Una vitrina donde se exhiben espectaculares con modelos en lencería; hombres musculosos que promocionan comida chatarra, carros, sexo, comida. Una conciencia libre de dinero, sexo, fama, viajes y poder es una atmósfera que fue replegada desde hace mucho por los constructores de la publicidad, por los ingenieros del deseo que insertaron en la mente de los consumidores los mecanismos que les hacen comprar, comprar, comprar.
Una devota dice que cuando sale del templo de la calle Tiburcio Montiel, una especie de bosque sagrado insertado en la jungla de tabiques, observa que toda la gente parece como una escena donde miles de zombies van por la vida apurados por las manecillas del reloj, acelerados, sin rumbo. “Mucha gente cree que el objetivo de su vida es sólo conseguir una casa, un carro o muchas parejas cuando el objetivo es conocer más allá de lo material, por eso siempre se les puede ver tristes”. Aunque para un transeúnte medio puede resultar hasta inofensivo cruzar una hilera de puestos de carnes asándose sobre comales, para los devotos de Krsna representa una prueba más de no caer en las tentaciones de esta dimensión. De acuerdo con los textos védicos cuando uno se libera del apego a las cosas y de los deseos es posible que uno ya no regrese a esta vida otra vez. Vivimos en el paraíso infernal del goce de nuestros cuerpos. ¿Hay que escapar de esta isla?
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