Según datos del INEGI (http://goo.gl/aUmfF) computados en el censo poblacional de 2010, en México “residen 112.3 millones de personas, de las cuales 57.4 millones son mujeres y 54.9 millones, hombres”. Dicho de otro modo: hay, en promedio nacional, 105 mujeres por cada 100 hombres.
Sin embargo, en 12 estados de la República esa disparidad es todavía más notoria, en tanto que sólo en cuatro entidades el sexo masculino es mayoría. Del primer caso, destacan: Distrito Federal, Oaxaca y Puebla, con un rango de 109 mujeres por cada 100 hombres; en tanto que en Sonora, Baja California, Quintana Roo y Baja California Sur es mayor la incidencia poblacional masculina.
Por otro lado, la Encuesta de Ocupación y Empleo de 2012 indica que “nueve de cada 10 mujeres de 14 años o más combina sus actividades extradomésticas con quehaceres domésticos”. Como se sabe, estos últimos muy rara vez son remunerados, en tanto que la paga en los primeros suele ser inferior a lo devengado por los hombres, aunque se realice el mismo tipo de trabajo y se emplee en ello el mismo tiempo.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés) propone diferenciar el analfabetismo absoluto (no saber leer ni escribir) del funcional (incapacidad para comprender lo que se lee o para darse a entender por escrito) e incluso del anumerismo o analfabetismo numérico (incapacidad de resolver operaciones matemáticas simples o básicas).
En México el ingreso a primaria se da al cumplir los seis años, de modo que la expectativa de que tanto hombres como mujeres concluyan su instrucción básica es al cumplir los 15 años. Por eso, se considera analfabeta funcional a toda persona de 15 años o más que sólo aprobó tres grados de primaria o menos. A este respecto, y de nueva cuenta con base en datos del INEGI, en nuestro país las mujeres enfrentan graves rezagos educativos, pues, por cada 10 de ellas, seis no terminaron la secundaria. Esta situación es inclusive más lamentable en las localidades rurales (con menos de dos mil 500 habitantes) que en las urbanas.
Como en el resto de América Latina y el llamado Tercer Mundo, en México, ciertos aspectos de la evolución demográfica, en especial la reducción de la fecundidad, se relacionan directamente con el mejoramiento de las condiciones de vida para las mujeres, sobre todo con temas como el avance económico y mayores oportunidades de educación y empleo. Por ejemplo, la Tasa Global de Fecundidad (TGF) del Censo 2010 indica que hay 2.4 hijos por cada mujer a nivel nacional; mientras que en zonas rurales, el índice es de 2.9 y, en las ciudades, 2.0. Las familias cuya madre tiene mayor grado académico tienen menor número de hijos.
Desde los años 60 del siglo pasado las campañas de planificación familiar, paternidad responsable y salud sexual y reproductiva han contribuido a que los mayores índices de fecundidad se sitúen en el rango poblacional femenino entre los 20 y los 25 años de edad. Por otra parte, ha aumentado la incidencia de madres adolescentes, la mayoría de ellas solteras.
En el DF, gracias a los programas de interrupción voluntaria del embarazo, prácticamente se han erradicado las muertes por abortos clandestinos. Cabe destacar que la primera propuesta que las autoridades de salud capitalinas plantean a las pacientes es alentarlas a dar a luz y mantener a sus hijos; la segunda es la adopción y sólo al final, la interrupción.
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