Cuando Glenn Greenwald llegó a vivir a Río de Janeiro rentó una casa en el barrio de la Gávea, donde resiente vestir cualquier cosa más formal que shorts y playeras de algodón. Su red de amigos no tiene nada que ver con reporteros, columnistas o figuras de la política, por regla de vida evita tratar de quedar bien con las fuentes o fingir falsa amistad por conveniencia.
Un perfil de Greenwald publicado en la revista Out en 2011, recuerda que ser gay es tal vez una de las partes menos interesantes de su vida.
Sin embargo, le importa mucho. Si fuera straight, recuerda la publicación, seguiría viviendo en Manhattan, su hogar por más de 20 años. Pero salió de Estados Unidos para vivir con su novio brasileño David Michael Miranda.
Greenwald explicó a Out que Brasil reconoce su relación y la necesidad de darle derechos a las parejas que son de otro país, mientras que su gobierno –“Mi libre país, supuesto amante de las libertades”-- bloquea ese reconocimiento.
Y sí, que sea gay es tal vez lo menos interesante de este periodista.
Desde su casa en la Gávea, Greenwald reventó uno de los grandes secretos del gobierno de Estados Unidos, aventando a Barack Obama al foso de la falta de credibilidad, nos hace ver Elio Gaspari, columnista de la Folha de Sao Paulo.
Glenn Greenwald es pieza clave en el caso de Edward Snowden y el programa PRISM. Aunque en México parece que a nadie le interesa, en otros países es asunto de portadas de diarios, revistas y comentarios acalorados en las cadenas de televisión desde que salió a la luz.
El técnico de la National Security Agency (NSA) que trabajaba para Booz Allen Hamilton, contactó a Greenwald por los trabajos que ha publicado, libros y columnas que no buscan favores de los poderosos (ni feedback para levantar el autoestima de un periodista clasemediero que come con los ricos y poderosos soñando que es igual a ellos).
Snowden tiene 29 años y vivía en Hawai, se fue a proteger de los brazos de la ley estadunidense a Hong Kong y desde ahí reveló la red de espionaje cibernético global del gobierno, apoyado en las principales compañías de la nueva economía, como Google, Apple, Facebook y Microsoft. Los detalles de esta violación a la intimidad apenas los estamos conociendo.
“Nunca en la historia de este país noticia tan importante salió de aquí”, recuerda el periodista brasileño. “Mucho menos de la Gávea”.
Gaspari recalca que la prensa estadunidense tiene decenas de reporteros especializados en seguridad nacional. La mayoría, dice, trabajan en Washington, con muy buenos salarios y fuentes de ensueño. Los más afortunados se mueven libremente por los rincones de la Casa Blanca, con derecho a alfombra roja al ser vistos y a tener exclusivas que nadie más tendrá.
“Pues ellos fueron vencidos por un reportero que, desde 2007, trabaja en Río. Después de pasar por Salon, Greenwald se unió al periódico británico The Guardian. Su principal instrumento de trabajo es su computadora”, enfatiza Gaspari.
“Internet no amenaza el periodismo”, agrega el columnista. “Al contrario, lo facilita”.
El reportero, dice el brasileño a sus colegas, debe hacerse respetar y no debe dejarse atrapar por la rutina. Remata Gaspari:
“Las dos mayores noticias del siglo pasado --“La guerra acabó” y “Kennedy está muerto”—fueron divulgadas contrariando las convenciones periodísticas. La rendición alemana estaba embargada, y el reportero que la puso al aire fue castigado. La muerte del presidente fue anunciada sin confirmar y, obviamente, fue negada por la Casa Blanca. Sacrosanta internet, la noticia sale de Hawai, pasa por Hong Kong y se posa en la Gávea”.