La desconfianza no se revierte por un solo acto. Algo raro sucedió cinco horas después del cierre de las casillas electorales en Venezuela el pasado domingo. Una vez que la presidenta electoral salió ante los medios de comunicación a dar a conocer los resultados de las elecciones legislativas, el presidente Nicolás Maduro apareció en sus acostumbrados híper enlaces en cadena nacional para reconocer la derrota de su partido.
¿Qué sucedió? ¿Acaso el presidente nos ha engañado durante tres años con un ornamento estético cuasi dictatorial, y el domingo se presentó ante las cámaras con un ornamento radicalmente distinto, es decir, de estadista? (¿Será que México es el campeón político del no reconocimiento de las derrotas, y bajo un error extrapolar pensé que Maduro no iba a reconocer la derrota de su partido?)
Posibles motivaciones que tuvo Maduro para hacerlo:
1. Racionalmente, a Maduro le conviene recibir un salvavidas. Con más de 150% de inflación durante el presente año y con una estimación de 200% para 2016, junto a un valor del bolívar deprimido (el tipo de cambio oficial es 6.3 bolívares por dólar pero en el mercado negro su valor real es de 800 bolívares por dólar) y finalmente, con la caída del precio del petróleo en 50% en un país donde el 95% de los ingresos del gobierno provienen de ese sector, cualquier presidente, lo mismo de izquierda que de derecha, estaría herido de bala. Simplemente es asfixiante el escenario. De ahí la necesidad de que Maduro suelte parcialmente el timón para que sean sus opositores los que den un vuelco a través de leyes que modifiquen las políticas públicas. Maduro transitaría a través de un punto de inflexión.
2. El ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, conoce las fisuras de su agrupación. Los militares saben que el descontento económico corre mucho más rápido que el político. No quieren brotes de violencia y se han anticipado, probablemente, a decirle a Maduro que tenga mucho cuidado con bracear a contracorriente de la voluntad electoral.
3. Aburrido por retórico y enseñando ante cámaras de televisión una fotografía (más) de Hugo Chávez, Maduro enseñó en dos ocasiones la Constitución de su país en una edición en miniatura. (Para que quede claro que su estatura es infinitamente superior a la de la Constitución.) Pero la Constitución que fue redactada en los sótanos de la casa presidencial le permite al presidente tomar decisiones extraejecutivas a través de leyes “habilitantes”. Si la Mesa de Unidad Democrática (MUD) no obtiene dos terceras partes de los escaños en la Asamblea (hasta el día de ayer al mediodía la MUD tenía asegurados 99 de los 167; necesita 11 más para lograr el objetivo), Maduro puede obstaculizar a la Asamblea cambios profundos.
La misma Constitución reconoce que la Asamblea podría ser “parchada” con otra asamblea, la del Poder Popular. Una especie de comuna italiana creada como poder paralelo al feudal.
Entre un puñado de anomalías no es fácil confiar en un autócrata a quien le quedan 20 días para hacer trabajo de plomería en la Asamblea. Fue anomalía el asesinato del político opositor Luis Manuel Díaz porque cubrió de miedo las últimas dos semanas de las campañas. Fue anómala la declaración indolente de Maduro al sentenciar a Díaz como un político-sicario pocas horas después del atentado. Y fue anómala la decisión que tomó el órgano electoral de ampliar una hora el horario de votación, sobre las rodillas. ¿Qué sucedió entre las 18 y 19 horas? ¿Qué partido obtuvo el mayor número de votos durante ese lapso?
Al recordar que Maduro tiene por costumbre resolver sus problemas políticos enviando a la cárcel a los opositores, no pueden ser anomalías, son sucesos que marcan cierta consistencia en las decisiones del presidente. Espero equivocarme y que, efectivamente, el fin del chavismo acompañe al peronismo de los Kirchner en el basurero ideológico.
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