La UNAM vive una crisis de inseguridad, y debe replantear su estrategia para enfrentarla. No se trata de asuntos locales de cada escuela, facultad o instituto, sino de tomar medidas integrales que involucren a toda la comunidad y que tomen en cuenta a la Policía local y federal.

Los casos de violencia contra sus alumnos son cada vez mayores y mas frecuentes, y la respuesta de las autoridades ha significado, en el fondo, apenas un cambio de nombre de sus áreas de vigilancia.

Pero sus integrantes son prácticamente los mismos, con escasa capacitación, sin armamento y sueldos bajos, lo que ha derivado en una mala atención a la comunidad universitaria en caso de emergencia, e incluso hasta en la inhibición de la denuncia.

Sólo cuando un denunciante tiene la oportunidad de llegar al área jurídica es cuando existe un mayor apoyo, pero eso no sucede siempre.

El miércoles pasado –un día después de que un autobús exclusivo para alumnos de la UNAM fuera asaltado, un día antes de que un individuo fuera baleado cerca de la Facultad de Filosofía y a una semana del asesinato de una estudiante del CCH Oriente en su salón de clases–, una joven vivió un intento de secuestro en el Circuito Universitario, casi frente a la Facultad de Ciencias Políticas, camino al Metro Universidad, poco después de las nueve de la noche.

La joven fue auxiliada por sus compañeros, pero recibió poco apoyo de quienes se encontraban en la caseta de vigilancia; incluso hasta la culparon de caminar sola por el circuito principal de su universidad... Sólo hasta que intervino el área jurídica la alumna recibió un verdadero apoyo e, incluso, acompañamiento al Ministerio Público.

A merced del crimen

La comunidad universitaria se encuentra expuesta a narcomenudistas, ladrones y gente armada que opera en el campus sin que exista una estrategia, ni el personal adecuado para contrarrestar el problema.

La delincuencia se escuda en una falsa concepción de la autonomía universitaria, otorgada a la institución para proteger la libertad de cátedra, de investigación y la libertad de opinión, no para que la universidad se convierta en una isla en donde no pueda intervenir la Policía, a tal grado que, en el pasillo entre la Facultad de Filosofía y la Biblioteca Central, se puede comprar con la misma facilidad que un libro, un cigarro de mariguana.

#¿LoboEstásAhí?

En los próximos meses se decidirá quién será el rector por los siguientes cuatro años. La Junta de Gobierno debe tomar en cuenta, además de los proyectos académicos, el plan de seguridad que tengan los próximos aspirantes, y que las cosas no queden sólo en una promesa, como la del rector Enrique Graue, de recuperar el auditorio Justo Sierra o Che Guevara, precisamente el lugar en el que se detonó el problema que terminó con una persona baleada.

Graue cometió un error al permitir que gente ligada al ex rector José Narro siguiera en cargos clave en materia de seguridad, por lo que tuvo las mismas omisiones. Por ejemplo, el tianguis que se encuentra afuera de Filosofía fue minimizado por el rector Narro, desde que era director de la Facultad de Medicina... Tal vez por eso Graue terminó haciendo lo mismo.

LEG

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